domingo, 29 de abril de 2018

¡Saltad, gritad, vitoread!


Pedid lo que queráis y se os concederá (Jn, 15, 7).
Hay un santo que me encanta: San Pascual Bailón. Es uno de mis santos predilectos. Sobre todo por lo de “Bailón”. O ¿es qué para ser santo hay que tener la cara triste y aburrida? A los que somos “fiesteros” nos gusta el ruido y el dancing. ¿Y Jesús, bailaba…? Pues claro que sí: primero entre los brazos amorosos de su madre mientras le dormía; después, en la plaza con sus amigos Hemos tocado la flauta y no habéis bailado…; y por último, en el Vía Crucis, tambaleándose, bien agarrado a la Cruz.
Y yo, cuando bailo, ¿le dejo sitio a Dios?
En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos (Jn 15, 8).
Aquella chica que sin querer, en una encerrona de sus malas amigas, se vio metida en una pista de baile entre los brazos de un “chico pulpo”. Como este se arrimaba demasiado le dice: —Oye, ¿tú crees en Dios? —Pues, si, claro. —Pues vamos a dejarle sitio, ¿de acuerdo? Decía San Agustín que el que canta reza dos veces. ¿Y el que baila? Pues el que baila… ¡El que baila -afirmaba Juan Pablo II— reza tres veces! Pedid lo que queráis y se os concederá.
¿Cuándo me divierto, me acuerdo de Jesús?.
Propósito: No dejar tirado a Jesús en las fiestas.