Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta
enseñanza, ¿quién puede escucharla? (…) Desde entonces muchos discípulos se
echaron atrás y ya no andaban con él (Jn 6, 60. 66).
Jesús, se van, se marchan. Son
tus discípulos pero se van. ¿Adónde? ¿Por qué? Se van a sus “negocios”, a su
pueblecito, a su triste y caduca felicidad. Tus palabras ¡que dan Vida! son
demasiado grandes, demasiado exigentes… Como ahora, también hay cristianos que se
escandalizan de la Iglesia, de Cristo: dura es esta enseñanza ¿quién puede
escucharla? Quizá preferirían un cristianismo más “light ”, más
aguado, más a la medida de su mediocridad.
Habla con Jesús y dile que, con su ayuda, tú nunca Le dejarás.
Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos?
(Jn 6, 67).
Jesús, somos pocos los que
Te amamos, y además Te amamos poco. Qué doloroso se me hace oírte: También
vosotros queréis marcharos. Jesús, ahora, en el momento de la prueba, de la
deserción en masa de tantos católicos, es la hora de la Cruz, hora de fidelidad.
Por eso te diré como San Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna (Jn 6,68), con la canción: Más allá de mis miedos, más
allá de mi inseguridad quiero darte mi respuesta.
Jesús, que mi amor sea decirte “SI” hasta el final.
Propósito: decir a Dios en todo que Si, Si, Si, Si, Si, Si, Si,
Si Sí y Sí.