"Subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se
produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él
dormía" (Mt 8, 23-24
Jesús, estabas agotado: largas caminatas de un sitio
para otro, predicando a las multitudes, curando enfermos, cuidando de tus
discípulos... Fue sentarte un momento y quedarte dormido, tan profundo, que ni
el rugir de las olas te despertaban. ¿Con qué soñabas? Quizá conmigo... ¿y por
qué no? Dulces sueños de cosecha madura, y de pescas milagrosas, y de tesOROs
escondidos en los que “yo” soy protagonista ¡¡Scchsss...!! ¡Que nadie le despierte!
Está descansando.
► Dile que quieres ser protagonista de sus sueños para
hacerlos reales.
Se acercaron
y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice:
«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los
vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:
«¿Quién es este
La barca de Pedro, una vez más, a punto de zozobrar, y
Dios, una vez más, parece dormido. Y el grito, una vez más, de los discípulos:
“¿No te importa que nos hundamos?” Jesús, que las cosas están muy “yucas”; que
de ésta no salimos; que son muchos los enemigos de tu Iglesia; que se pierden
muchas almas... “Él les dijo: (...) ¿Aún no tenéis fe?”. Y una vez más “el
viento cesó y vino una gran calma”. Y la barquichuela de Pedro una vez más,
sigue como siempre, navegando contra viento y marea.
► Ser grumete en Su barca, aunque no vaya al Atlántico
ni al Pacífico.
Propósito: “Quien no se embarca, no se marea”: marearme.