miércoles, 1 de julio de 2020

Los sometió con su palabra

Dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. (Mt 8, 28)

¡Qué valentía la de Jesús! No tiene miedo de pasar por donde están esos pobres poseídos. Y cómo habría de tener miedo, si es el Hijo de Dios. Los hijos de Dios son capaces de afrontar todos los peligros que se presenten porque se sienten respaldados por su Padre Celestial. Muchas veces yo también tengo miedo, y lo peor es que en oca­siones ese miedo es ante cosas sin importancia. A veces es miedo a decir la verdad, otras a que se den cuenta que tengo algún defecto o simplemente a que descubran quién soy realmente.

Si de verdad quieres ser valiente, piensa: soy hijo de Dios

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron. (Mt 8, 32).

Jesús libera a los endemoniados con la fuerza de su palabra. Mis mie­dos, mis temores grandes o pequeños, también son como pequeños diablillos que no me dejan tranquilo. A veces sólo tú, Jesús, sabes lo que hay en mi corazón de niño o adolescente: por qué no quiero apagar la luz (temo a la oscuridad), por qué no quiero ponerme esa camisa (temo que se burlen de mí) y tanto temores más (a que me corte quien tu ya sabes). Voy a confiar en tú palabra, en lo que me dices a través de mis papás.

Si Dios está con uno, no hay nada que temer

Propósito: no más miedo a la oscuridad, o a que se burlen…