Ellos dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: Se han
llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20, 13).
Hoy
se celebra a María Magdalena y me la imagino, como otras veces, llorando. Esta
vez, Jesús, no llora por sus pecados, sino por-que no encuentra tu cuerpo
muerto. ¡Cómo lo iba a encontrar si Tú, Jesús, habías resucitado! Pero la
verdad es que me da envidia; cierto que una vez, antes de confesarme, lloré por
mis pecados, por haberte ofendido tanto… quisiera que me des de verdad el “don
de lágrimas”, llorar por lo importante y no como mi prima que tiene –dice papá–
“lá-grimas de cocodrilo viudo”, hace berrinche por cualquier capricho…
►
¿Por
qué
lloró yo, Jesús?
¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas (Jn 20, 18).
La
Magdalena siguió llorando, pero de alegría, porque vio al Resucitado y habló
con Él. Eso pasa siempre, Jesús, cuando resucitas en mi alma, después de un
pecado gordo, y a veces estoy tan lloroso –o tan penoso– que no me entero de
lo que me dices usando la voz del Sacerdote: la Penitencia y un consejo para
quererte más. Otras veces no me entero de la pura alegría del perdón, o porque
me suena el celular… la cuestión, Jesús, es que se me olvida la penitencia… y
me preocupo y me pongo yo mismo mis penitencias… a ver si así acierto, porque
ya me voy conociendo las penitencias que me suelen dejar. Pero, Jesús, quiero
poner más cuidado y a grabar en mi alma las cosas que me dices en la Confesión.
►
Planea con Jesús
cómo
vivir los consejos de la última confesión.
Propósito: llorar de
amor… y de dolor.