domingo, 8 de noviembre de 2020

El aceite que arde es el Amor de Dios

 

El Reino de los cielos se parece a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes (…) El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
(Mt 25, 1-2).

Jesús, siempre este pasaje me ha intrigado. Pero ¿por qué las vírgenes prudentes se quedan dormidas al igual que las necias? Se ve que no eran tan santas… Y me dices: las almas santas también se duermen. Mis tres apóstoles más íntimos se durmieron en el Huerto, mientras yo sudaba sangre. Lee las vidas de los santos y dime si alguno hubo que no pecara... Pero como sus cantimploras estaban llenas de amor a Dios, rápidamente despertaron, lloraron sus culpas, y en sus lámparas brilló de nuevo la gracia.

Jesús, que me confiese todas las veces que haga falta.

Mejor es que vayáis a los vendedores y lo compréis
(Mt 25, 9).

Otra pregunta: ¿no fueron unas desalmadas aquellas doncellas cuando negaron un poco de su aceite a las otras? Y me dices: ¡Ojalá pudieras partir con tus hermanos la gracia de tu alma! Pero no puedes, porque tú no eres el Salvador. Sólo Yo rescato las almas. Tu misión no es atraer los corazones hacia tu lámpara, sino señalar el camino hacia mí. Cada uno debe venir a Mí a obtener Luz, porque Yo soy la Luz del mundo. Muéstrales el camino del confesonario, muéstrales el camino de la Cruz...

¿A quién puedo llevar a confesar?

Propósito: no ser necio.