jueves, 4 de marzo de 2021

A quien mucho se le da, mucho se le pedirá

 

Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo (Lc 16,19).

Jesús, aquel hombre sería todo lo rico que quisiera, pero ¡qué mal gusto! O bien le fallaba su asesor de imagen o bien era daltónico. El caso es que vestía como un auténtico payaso. Se ve que el buen gusto no es común. Quizá el diseñador de moda de aquellos tiempos le hacía creer que iba a la última de Babilonia, pasarela Roma y le engañaba haciéndole creer que iba cool. Jesús, yo también me dejo engañar con las marcas, modas, etiquetas, lo que se lleva o lo que se llevará… y además digo: Es que ¡no tengo nada que ponerme…!

Estamos en Cuaresma, decídete a hacer una visita a pobres.

Cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico (Lc 16, 20-21).

Jesús, uno de mis hermanos, el más pequeño, cuando mi mamá nos prepara filetes hace bola. El condenado mastica pero no traga: ¡Mamá tengo bola! Grita y nos enseña su gracia. Entonces mi papá, muy serio, le explica la cantidad de gente que se muere de hambre en el mundo. Jesús, yo bola no hago, pero sí estoy lleno de caprichos: que si el queso, que si el arroz, que si tiene piña o cebolla ni hablar que me lo como, y si me obligan a comer “pelo cables”. Jesús, ayúdame en esta Cuaresma a quitarme tanta tontería. Que coma de todo sin remilgos.

Dile a Jesús tus caprichos para que te ayude a quitártelos.

Propósito: No al capricho.