El
fariseo quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como
este publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo
(Lc 18, 11-12).
Jesús,
el fariseo de la parábola se creía muy bueno: No soy como los demás hombres.
Solo le hace falta decir: “No me beso porque no me llego que sino…” Jesús, no
hay cosa más fea que eso de colgarse medallas y hablar bien de uno mismo: Ayuno
dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo. Jesús, ¡ayúdame a
ser humilde! ¡Que no me lo crea!
Sta.
Teresa: “Humildad es andar en verdad”. Tengo que ser verdadero.
Porque
todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado”
(Lc 18, 14).
De
la mano de San Josemaría, “Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales
evidentes de falta de humildad: —pensar que lo que haces o dices está mejor
hecho o dicho que lo de los demás; —querer salirte siempre con la tuya;
—disputar sin razón o —cuando la tienes— insistir con tozudez y de mala
manera; (…) —despreciar el punto de vista de los demás; —no mirar todos tus
dones y cualidades como prestados;(…) —citarte a ti mismo como ejemplo en las
conversaciones; —hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti
o te contradigan (Cfr. Surco 263).
Sigue
leyendo por tu cuenta Surco 263 ¿Te sientes retratado…?
Propósito: no
colgarme medallas.