El
que no está conmigo, está contra mí (Lc 11, 23).
No
caben las medias tintas. Jesús, en esto de ser cristiano no valen las gamas de
grises ni las mediocridades; hay que involucrarse, implicarse, pringarse,
diría mi amigo. O contigo, o contra ti. Qué absurdo cuando oigo: Yo soy
cristiano, pero no practicante. Eso sí que es lo peor: un cristiano fofo, frío,
entibiado. San Pedro, con palabras inspiradas, recrimina a los cristianos
corrompidos de su tiempo, también los había que en ellos se cumple aquel
proverbio tan acertado: el perro vuelve a su propio vómito y la cerda lavada a
revolcarse en el fango (2 Pet 2, 22). ¡Qué fuerte!
Jesús,
¿te he dejado alguna vez solo? Nunca más, Jesús, nunca más.
El
que no recoge conmigo, desparrama (Lc 11, 23).
Jesús,
yo no quiero ser ni malo ni malote, ¡de verdad que no quiero serlo!; pero lo
peor es que me conformo con ser buenecito, normal, uno más del montón. Me pasa
como aquel chico al que su profesor le animaba a salir de la mediocridad, del
montón y éste respondía: Es que debajo del montón ¡se está tan calentito…!
Jesús, ahora es tiempo de héroes, de santidad: El que no recoge conmigo,
desparrama. Jesús, que no me desparrame más, que me decida a ser santo ¡de
verdad!
Jesús:
¡No más desparrame!
Propósito: Salir de
debajo del montón.