sábado, 6 de marzo de 2021

Se le echó al cuello y lo cubrió de besos

 

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Un hombre tenía dos hijos: el más joven de ellos… (Lc 15, 11).

Una antigua leyenda hebrea cuenta la historia de dos hermanos amantísimos que recibieron la herencia paterna. Al mayor le corres­pondió el campo más difícil y al menor el campo mejor. Su padre antes de morir les dijo que recordaran siempre que serían sus hijos, y que entre ellos siempre serían hermanos. Con la primera cosecha el mayor decidió llevarle parte de su trigo en secreto al granero de su hermano por la noche. Y al menor se le ocurrió lo mismo. Los dos se fueron a la cama muy felices…

Jesús, no merezco tantas cosas buenas. Y lo mejor de todo: mis herman@s.

Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos (Lc, 15, 20).

Jesús, y yo, tantas veces, me echo al cuello de mi hermano, pero para estrangularlo... Sigue la historia: Al día siguiente comprobaron que seguían teniendo mucho trigo y ambos decidieron repetir la ope­ración pero añadiendo además dos jarras llenas de aceitunas. Se cruzaron en la oscuridad sin verse y lo dejaron todo en el granero del otro. La tercera mañana se sorprendieron porque no menguaban sus bienes. Aquella noche, con una espléndida luna llena, cada uno car­gó su burro con un odre de vino y salió camino del granero del otro. Se encontraron a mitad del camino y se abrazaron llorando de emoción recordando a su padre y alabando a Dios.

Jesús, que me dé cuenta que ser Hijo de Dios es tener muchos hermanos.

Propósito: ayudar a mis herman@s.