Le
presentaron un denario. Él les preguntó «¿De quién son esta cara y esta
inscripción?» Le respondieron: «Del César» (Mt 22, 15-21).
A
veces, al encontrarme con alguien me viene a la cabeza: —¿Pero dónde he
visto antes esa nariz? ¿Aquella sonrisa? ¿Ese gesto?... Son rasgos que
identifican a una familia: ¿No serás hijo de…? ¿Hermano de…? De los
parecidos se sacan parentescos. ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Jesús, me miro al espejo y pienso: Soy Hijo de Dios; estoy hecho a su imagen
y semejanza; soy otro Cristo, el mismo Cristo. Jesús, ayúdame a no dar gato
por liebre, que sepa reflejar tu luz y tu imagen a los que me rodean Queremos
ver a Jesús (Jn 12,21).
u Jesús,
aunque soy bastante cara-dura y testarudo quiero reflejar siempre tu rostro.
Y
nosotros, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la Gloria del Señor y
nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como
actúa el Señor (2 Cor 3,15-4.1).
Se
cuenta la historia de un escultor, Gregorio Fernández, al que le encargaron un Cristo
yacente. Para tallar el cuerpo no tuvo especial dificultad pero cuando
quiso esculpir el rostro fue incapaz. Entonces se puso a rezar y a hacer
penitencia, y al final lo consiguió acertadamente. Parece ser que un día se le
apareció el mismo Cristo que le preguntó: —¿Dónde me viste que tan bien me
retrataste? —En mi corazón Señor contesto el artista.
u Buscar
el rostro de Cristo en mi corazón y esculpirlo en mi vida.
Propósito: Hacer bien todos los días el
3+2.