Levantaos,
alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28).
Tengo
que apurarme, mañana es Noche Buena y pasado Navidad. Y yo
pensando en los regalos del Gordito vestido de rojo. Jesús
ayúdame a levantar la cabeza al cielo, a no pensar en las
cosas de la tierra. O mejor, como soy un borrico, yo te enseñaré
la tierra y Tú me enseñarás el cielo… Dijo un
filósofo que el hombre es bípedo (tiene dos pies)
porque reza, en cambio los cuadrúpedos sólo están
mirando a la tierra, a su vientre y a sus miserias. Tú me
enseñarás a vivir en la tierra y a disfrutarla contigo,
llevando todas las cosas a Ti, “con los pies en la tierra y la
cabeza en el cielo”. Sí, para eso viniste a la Tierra
para hacerla un Cielo. Que no me despiste, Jesús, que las
cosas de la tierra no me separen de Ti.
- ¿De qué “cuadrupedades” me puedo liberar?
Rey
de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre
que formaste del barro de la tierra (Aleluya).
Salvar,
liberar… un Rey que se hace también barro, como nosotros,
para salvarnos, para liberarnos. ¡Y a mí, me cuesta
tanto ser humilde! Me contaron que en la Iglesia de la Gruta de Belén
sólo hay una puerta y que mide poco más de un metro,
para recordar a todos cuál fue la entrada de Dios a la tierra
“la humillación” y cuál es el camino para encontrar
a Jesús “la humillación”. Yo no soy importante,
Jesús, pero a veces se me sube el apellido y la soberbia:
ayúdame a ser más humilde para recibirte mejor.
- Yo quisiera, Jesús, recibirte con la humildad de tu Madre.
Propósito:
Hoy hacer muchos favores.