viernes, 23 de diciembre de 2011

El cielo viene a la tierra


Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28).
Tengo que apurarme, mañana es Noche Buena y pasado Navidad. Y yo pensando en los regalos del Gordito vestido de rojo. Jesús ayúdame a levantar la cabeza al cielo, a no pensar en las cosas de la tierra. O mejor, como soy un borrico, yo te enseñaré la tierra y Tú me enseñarás el cielo… Dijo un filósofo que el hombre es bípedo (tiene dos pies) porque reza, en cambio los cuadrúpedos sólo están mirando a la tierra, a su vientre y a sus miserias. Tú me enseñarás a vivir en la tierra y a disfrutarla contigo, llevando todas las cosas a Ti, “con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo”. Sí, para eso viniste a la Tierra para hacerla un Cielo. Que no me despiste, Jesús, que las cosas de la tierra no me separen de Ti.
  • ¿De qué “cuadrupedades” me puedo liberar?
Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra (Aleluya).
Salvar, liberar… un Rey que se hace también barro, como nosotros, para salvarnos, para liberarnos. ¡Y a mí, me cuesta tanto ser humilde! Me contaron que en la Iglesia de la Gruta de Belén sólo hay una puerta y que mide poco más de un metro, para recordar a todos cuál fue la entrada de Dios a la tierra “la humillación” y cuál es el camino para encontrar a Jesús “la humillación”. Yo no soy importante, Jesús, pero a veces se me sube el apellido y la soberbia: ayúdame a ser más humilde para recibirte mejor.
  • Yo quisiera, Jesús, recibirte con la humildad de tu Madre.
Propósito: Hoy hacer muchos favores.