Herodes,
al ver que los Magos le habían engañado, se irritó
en extremo, y mandó matar a todos los niños que había
en Belén (Mt 2,16).
Un
chicle sin azúcar, un café descafeinado, un champán
sin burbujas… pueden servir pero no dejan de ser un “quiero
pero no puedo”. ¿Una Navidad sin Nacimiento, sin
Villancicos? ¿Una Navidad sin Niño-Dios?... es un
fracaso. Herodes lo intentó: en las primeras Navidades de la
historia quiso eliminar al Niño y acabó con todos los
niños. Niño-Dios, aunque vengan ahora los modernos
Herodes yo te protegeré. En mis Navidades el centro no serán
ni los regalos, ni la las fiestas ni los tamales. Serás Tú,
Jesús mío. Y el tamal me sabrá más rico,
las fiestas más divertidas, los regalos más bonitos y
los niños más contentos.
- Jesús, ¿hay algo qué me impide recibirte bien?
Y
mandó matar a todos los niños que había en Belén
y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al
tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt
2, 16-17).
Jesús,
¡qué pena! Herodes calculó cuidadosamente, casi
hasta científicamente la forma de eliminar niños.
Sobraban, molestaban. Ahora también hay plazos, no de 2 años
pero sí de 20 semanas, 20 días: ¿un pre-embrión,
un feto, un niño? ¿Dónde está el límite?
¿Quién lo pone? Jesús, hoy te pido por todos
esos niños y por sus papás.
- Jesús, te duele ¿verdad? A mi también, y mucho.
Propósito:
Rezar por los niños no nacidos y encender una vela.