Y
Juan llamó a dos de ellos, y los envió al Señor
a preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos
a otro? (Lc 7, 19)
Ellos,
Jesús, lo tenían difícil. Yo sé muy bien
“teóricamente” a quien espero, pero a veces pongo mis
esperanzas en mis fuerzas o en los regalos que espero del Gordito
vestido de rojo… Estos días de Adviento ayúdame a
esperar sólo en Ti. Tú siempre respondes, aunque a
veces “pareces” dormir y olvidarte de nosotros. Eso hiciste
cuando ibas en la barca y estalló una tormenta y Tú,
cansado por la predicación, dormías… hasta que te
despertaron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y
levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla,
enmudece! Y se calmó el viento, y se produjo una gran bonanza”
(Mc 4, 38-39).
- Repite con esperanza: ¡Ven, ven, Señor no tardes…!
En
aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades, de
dolencias y de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos
(Lc 7, 21).
Tus
obras son la respuesta. Tú vienes a salvarnos del pecado y lo
demuestras salvando a muchos de las consecuencias del pecado
original: la enfermad y la muerte. Y yo como cristiano debo también
llevar la salvación a los demás, rezando por ellos y
hablándoles de ti; pero también comprendiendo,
acompañando a los enfermos y abandonados, consolando a los
tristes. Ahora además, Jesús, cuando llegan los días
en que no hay clases no tengo excusas de falta de tiempo.
- Jesús ¿a quién quieres que lleve tu esperanza?
Propósito:
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