El
ángel, entrando en su presencia, dijo: –«Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú
eres entre las mujeres.» (Lc 1, 28).
Veo
al Ángel. Está nervioso. Repasa lo que va a decir. No
todos los días da noticias tan importantes. Toma aire y se
siente seguro porque los planes de Dios tarde o temprano siempre
llenan de alegría a quienes los aceptan. La Navidad es alegría
porque nace Jesús, y al nacer, se queda con nosotros. Nos
alegra su nacimiento pero más aún su presencia. Jesús,
estás en el Sagrario, en mi alma en gracia, en los pobres y
necesitados de la vuelta de la equina. Estas de mil maneras a mi lado
y ahora me pregunto ¿estoy alegre, entonces?
- Como decía san Josemaría: si no estás alegre, “-Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. -Casi siempre acertarás” (Camino, n. 662).
María
contestó: «Aquí está la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
Quizá
parte de la tristeza que a veces le puede venir a uno sea por culpa
de la desobediencia. Algo así como lo de Adán y Eva que
no le hicieron caso a Dios y se comieron la manzana. A lo
Shakespeare: ¿obedecer o no obedecer?, esa es la cuestión.
Ayúdame, Jesús, a entender que obedecer en una cosa
chiquita que hace más agradable la vida de mi familia, da
alegría a mis papás, ayuda a mis hermanos… La Virgen
lo entendió, y de su obediencia vino un gran bien.
- No pienses en lo que cuesta sino en el bien que haces obedeciendo.
Propósito:
darle una alegría a mamá.