Yo soy el
buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas (…) Conozco las mías y
las mías me conocen (Jn 10, 11.14).
Somos Templos del Espíritu Santo.
Desde el Bautismo Dios nos ha adornado con su Gracia, esperanza, alegría, amor
de Dios, ¡tantas cosas buenas! Pasa el tiempo y el tesoro se va enriqueciendo:
perlas, rubíes, zafiros, esmeraldas… Son las Virtudes, dones del Espíritu
Santo, la Filiación divina. Y todo esto porque Jesús murió en la Cruz por
nosotros. Los ladrones conocen la existencia de esos tesoros y esperan el
momento oportuno, la ventana mal cerrada para entrar, robar y destruir. Y los
ladrones son: la curiosidad, querer llamar la atención, querer probarlo todo,
jugar con fuego, la conversación sucia… y como soy medio carreta.
u Jesús
ha dado su vida por mí. Y
yo, ¿qué más puedo hacer por Jesús?
Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es
necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo
pastor (Jn 11, 16).
En
todos los rebaños hay una oveja que le da por ser original. Ese soy yo.
¡Me encanta llamar la atención!, sobre todo hacer de oveja negra,
ser el centro de las conversaciones: me da igual que se hable bien o mal, el
caso es que se hable. Y de oveja paso a cabra, cabra malabarista, siempre al
borde de precipicio. Hasta que un buen día, ¡Cataplum!: oveja-cabra
descalabrada. Y entonces, Jesús, Buen Pastor, me tomas amorosamente y
me llevas sobre tus hombros. ¡Qué bueno eres!
u Dile
a Jesús que no quieres ser ni cabra, ni oveja negra, ni carreta.
Propósito:
Cuidar los tesoros que he recibido.