sábado, 2 de agosto de 2014

Herodes, en efecto, había prendido a Juan, lo había enca­denado y puesto en la cárcel a causa de Herodías la mujer de su hermano Filipo, porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y aunque quería matarlo, temía al pueblo, porque lo tenían como profeta (Mt 14, 3-5).
Jesús, dicen que uno admira en los demás lo que a uno le falta. Pues bien, lo que me apantalla y me deja con la boca abierta es la forta­leza de Juan Bautista. Una vez leí que el que tiene la virtud de la for­taleza es aquel que tiene una cabeza de hielo (ideas claras), corazón de fuego (amores encendidos) y brazos de hierro (voluntad firme). A mí Jesús me parece que tengo la cabeza como cóctel de frutas (un revoltijo de ideas), corazón de gelatina (ahora quiero, ahora no quiero) y brazos de flan (blandito, blandito). ¡Ayúdame! ¡Ayúdame a ser fuerte para el bien, a tener el objetivo claro, y amarte (corazón) con obras concretas (voluntad).
u  Sigue pidiéndole fortaleza a Jesús.
Y envió a decapitar a Juan en la cárcel (Mt 14, 10).
Siguiendo con los ejemplos de comida. Ayer me tocó comer tostadas. Estaban un poco aguadas porque la salsita había humedecido la tor­tilla. Estaban ricas, pero no se podían agarrar bien y, a medio camino entre la mesa y la boca, se destartalaban todas. Una tortilla aguada, no sirve para nada, quizá para sopa nada más. Fortaléceme, Jesús, para no ser un aguado. Quiero que te puedas apoyar en mí.
u  ¿Cuáles serán esas “salsas” que tanto te aguadan?

Propósito: No quejarse.