miércoles, 6 de agosto de 2014

La Transfiguración del Señor

Mientras Él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente (Lc 9, 29).
Un Papa de los primeros siglos, con un nombre curioso –San León– explicaba esta fiesta así: “El fin principal de la transfiguración era des­terrar del alma de los discípulos el escándalo de la cruz”. Jesús, me parece entender que te transfiguraste –cambiaste tu figura haciendo tu cuerpo reluciente– para darles esperanza a los apóstoles, para que no se fueran a desanimar cuando te vieran sufrir y morir en la cruz. ¡Qué bueno eres! Y nos conoces muy bien, que a la hora de la ver­dad, de lo difícil o de lo que no se entiende, nos desanimamos y tiramos todo por la ventana.
u  Anímate a besar un crucifijo y pedirle a Jesús que te preste fortaleza.
Dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías (Lc 9, 33).
Jesús, este Pedro sí que sabía disfrutar y como estaba feliz quiere que­darse en el Monte Tabor. La verdadera felicidad es estar junto a Ti. Cuando me voy a confesar, salgo tan contento que voy hasta silban­do luego por ahí, es como si me hubieran llenado de combustible para avión. Y si comulgo ese día ya es agarrar aviada, tomar pista y despegar. ¡Gracias, Jesús, por los sacramentos que me transfiguran el alma!
u  Habla con Jesús sobre los amigos a los que puedes ayudar a despegar y volar.

Propósito: Ser torre de control de aeropuerto para los demás.