Había una mujer que desde hacía
dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin
poderse enderezar (Lc13,11).
¡Pobre mujer!
¡18 años así, sin poder mirar hacia arriba, sin poder mirar a Dios, al Cielo!
Jesús, que pena. Yo también encuentro gente, amigos, compañeros, que son como
los cerditos, van siempre con la vista agachada mirando
cochinadas, buscando porquerías en la tele, en revistas, en internet... Andan
encorvados sin poder enderezarse. Quieren pero no pueden. Pobrecitos. Aunque lo
intentan no son capaces de mirar arriba, son esclavos de sus vicios, de sus
desórdenes, quizá desde hace años.
Pide la virtud de la Santa Pureza
para ti y para las personas queridas
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
–Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le impuso las manos, y enseguida se puso
derecha.
Ella sola
no podía. No lograba enderezarse. Necesitaba de la ayuda de Jesús, de su
gracia. La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad (Camino
118). Jesús, cuando soy humilde, cuando me dejo ayudar, cuando acudo a la
confesión siempre que haga falta, es cuando me enderezo. Es entonces cuando ya
puedo mirar arriba y verte: Bienaventurados los limpios de corazón
porque verán a Dios... Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y
glorificaba a Dios.
Repite muchas veces: Dame, Señor,
la Sta Pureza.
Propósito: no ser cerdito