Se presentaron algunos a contar a
Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios
que ofrecían. Jesús les contestó: ¿Pensáis que esos galileos eran más
pecadores que los demás galileos porque acabaron así? (…) Y aquellos dieciocho
que murieron aplastados por la torre de Siloé (Lc 13, 1-2.4).
Jesús, me
da alegría comprobar que estabas al día. Aquello de la torre y lo de los
galileos asesinados era el tema de conversación de todos en esos días. No
estabas al margen de los acontecimientos de tus contemporáneos, como ahora
tampoco estás al margen de lo que sucede: la liga del fútbol, la moda, la
crisis del gorgojo de pino…
Comenta con Jesús la noticia del
día, lo que más te haya impresionado; también puede ser de fútbol.
¿Pensáis que eran más culpables que
los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no (Lc 13, 4).
Jesús, ¿por
qué existe el mal? ¿Por qué mueren niños inocentes? Si eres todopoderoso, ¿por
qué no nos ahorras tanto sufrimiento, tanto dolor?... Es un misterio. La
explicación debe ser parecida, digo yo, a cuando llevamos a mi hermano al
pediatra. Nada más ver la bata blanca se pone a llorar pues sabe lo que le
espera: ¡otra vacuna! Por mucho que se le diga que el médico es bueno, patatín
patatán, no lo entiende. No lo puede entender. ¿No será, Jesús, que de vez
en cuando me pones una vacuna?
Jesús, que no te eche la culpa de
todo lo malo que pasa.
Propósito: leer el periódico.