¿Le es lícito a un hombre divorciarse
de su mujer? (Mc 10,2).
Jesús, pero
¿Qué está pasando? ¿Por qué tanta tragedia, tanto dolor? ¿Por qué tanto
matrimonio roto? ¿No me pasará a mí también? Jesús, con razón me decía aquel
amigo: Cuando el noviazgo es una comedia (todo vale), el matrimonio
acaba en tragedia (ya, nada vale). Es en el noviazgo cuando se ponen
los cimientos, las bases, de lo que después será un hogar luminoso y alegre y…
no todo vale. Es tiempo de hablar y hablar. ¿De qué? Decía una abuela: Si la
persona con la que sales, que empieza a gustarte, no tiene fe, entonces no
tomes ni café; porque si te enamoras, luego ¿Qué haces?... Compartir amores
es compartir valores.
Dicho de abuela sabia: “Si no tiene
fe, ni café”
Lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre (Mc 10,9).
San Juan
Pablo II escribió una obra de teatro “El taller del orfebre” donde
trata de las andanzas de varios matrimonios jóvenes en los que “se ha terminado
el amor”. Un día Ana, una de las mujeres casada recientemente, decide entrar
en la tienda para tasar su alianza matrimonial de oro... El orfebre comprueba
en la balanza que ¡no pesa nada! Asombrado mira por dentro y encuentra inscrita
la fecha de la boda. -Lo siento, su anillo no tiene ningún valor, a no ser que
esté junto al otro. Es lo que decía San Agustín: Mi amor es mi peso. Lo
que da peso al amor es el sacrificio por la persona amada, lo demás es aire,
humo.
¿Cuánto pesa tu amor? Dile a Jesús
que te de muchos kg, toneladas…
Propósito: engordar en amor.