Marta le recibió en su casa. Tenía
ésta una hermana llamada María que, sentada también a los pies del Señor,
escuchaba su palabra. Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres
de la casa (Lc 10,38-40).
No era la
primera vez que se lo hacía. Era reincidente. Marta, convencida de que tenía
razón, ya no pudo aguantar más y dio el numerito. Se puso delante de Jesús, con
los brazos en jarras y con voz fuerte dijo: Señor, ¿nada te importa que
mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude. Un
silencio tenso llenó la sala, hasta que tu risa, Jesús, hizo reír a todos: —Dominante,
que eres una dominante. Jesús, me encanta que los personajes del evangelio
sean tan normales. Como en todas las familias también en Betania había peleas.
Las hermanas se lanzan los trastos a la cabeza, se enfadan, discuten, se
perdonan… Jesús, me encanta.
En casa, ¿con quién me peleo? ¿Sé
pedir perdón y perdonar?
Pero el Señor le respondió: Marta,
Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa
es necesaria.
Jesús, ese Marta,
Marta… me hace tanta gracia. Igualito que cuando mi papá me regaña con
cariño, o en serio. Y me dices que una sola cosa es necesaria: escuchar tus
palabras, pues María ha escogido la mejor parte. Si te escucho,
si hago oración con el 3+2, ya no tendré más preocupaciones ni inquietudes.
Solo estar siempre cerca de Ti, a la escucha.
Jesús, elegir la mejor parte no es
lo mismo que elegir la parte mejor. ¿Me lo explicas?
Propósito: Stop peleas y elegir la mejor parte…