domingo, 5 de agosto de 2018

El alimento de los fuertes


Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre (Jn 6, 26-27).
A veces, algunas de las palabras que te escuchamos, Jesús, parecen duras. Pero en realidad son verdades del tamaño de una montaña. Ahora pienso en la cantidad de veces en que te busco, ya no por ver milagros, como dice el texto del evangelio de hoy, sino por puro inte­rés, por las cosas materiales. Mi papá me ha enseñado que no debo estudiar sólo por las notas, sino para aprender. Y mi mamá siempre añade, que es para aprender y así poder servir mejor a los demás.
Cuando vuelvas al colegio, piensa para qué estudias.
Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado” (Jn 6, 28-29).
Has pensado el valor que tiene ante Dios este ratito de oración. Es que unas buenas notas, una buena carrera, de nada sirve si no ayudan a descubrir el amor tuyo detrás de cada piedra, cada árbol, cada algo­ritmo matemático que la cabeza del hombre elabora para entender y comprender la belleza de todo lo creado.
Llenar de minutos de oración el día.
Propósito: Cargar bien las baterías, para dar mucha luz.