sábado, 11 de agosto de 2018

Los que van, ya lo saben


Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre y, pues­to de rodillas, le suplicó: Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar (Mt 17, 14-16).
Jesús, tus apóstoles no pudieron curar a aquel muchacho. Y la razón de que no pudieron es que les faltó FE. Yo te pido que me ayudes a creer y que con aquello que no entiendo sepa confiar en Ti. Jesús, que no intente entenderlo todo o hacer que todo sea como yo digo que tiene que ser, que aprenda a confiar y sobre todo aprender a ser fuerte para quererte en las buenas y en las malas.
Prueba pedir más fe cuando comulgues, ya verás...
¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? El les respon­dió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuviérais fe como un granito de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate de aquí a allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible (Mt 17, 19-20).
¿Qué es esta fe que nos pides? Una vez un amigo decía, hay jugadores que les falta convicción, le tienen miedo a la pelota. No porque la pelota duela, sino porque no están seguros de que serán capaces de anotar. ¿Jesús, cómo se me ocurre dudar a mí si estoy jugando en tu equipo?
¿Estarás realmente en el equipo de Jesús?
Propósito: Anota un gol, sin miedo.