Decía: “El plazo se ha cumplido. El
Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).
No soy muy entendido en eso de los reinos. Me suena a Clash Royal
o a Game of Thrones (que ya me regañó mi mamá por estar viendo la serie). Lo
que sí me ha quedado más o menos claro; por otra serie que ve mi mamá; es que
un rey manda y tiene un territorio. Jesús, quisiera que vinieras a mi
territorio: mi alma, mi vida escolar, mis relaciones de amistad con compañeros
y vecinos; y, les pusieras en medio de todo ello tu estandarte. Esas insignias
reales que dejan claro a quién se asoma, que aquí mandas tú. En ese reino,
habría una reina: la Virgen María.
Invita
a María a ser la reina de la aventura de tu vida.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a
Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran
pescadores. Jesús les dijo: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”
(Mc 1, 16-17).
Claro, estaba tan emocionado pensando en lo de montar un reino, y
casi me olvido de esto tan importante. Es un reino que se extiende con amor,
con misericordia. Ese es el anzuelo. Somos todos unos peces deseosos de ese
alimento. Nuestros pobres corazones te necesitan, Jesús. En mi clase, puedo ser
pescador de hombres como Pedro, cuando hago un favor con una sonrisa; cuando
soy buen amigo, y perdono si alguno se pone algo pesado algún día.
Hay
una gran pesca esperándote.
Propósito: ir de pesca.