lunes, 21 de enero de 2019

A los peces, se les pesca por la cabeza


Decía: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegan­do. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).
No soy muy entendido en eso de los reinos. Me suena a Clash Royal o a Game of Thrones (que ya me regañó mi mamá por estar viendo la serie). Lo que sí me ha quedado más o menos claro; por otra serie que ve mi mamá; es que un rey manda y tiene un territorio. Jesús, quisiera que vinieras a mi territorio: mi alma, mi vida escolar, mis relaciones de amis­tad con compañeros y vecinos; y, les pusieras en medio de todo ello tu estandarte. Esas insignias reales que dejan claro a quién se asoma, que aquí mandas tú. En ese reino, habría una reina: la Virgen María.
Invita a María a ser la reina de la aventura de tu vida.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Vengan conmigo y los haré pes­cadores de hombres” (Mc 1, 16-17).
Claro, estaba tan emocionado pensando en lo de montar un reino, y casi me olvido de esto tan importante. Es un reino que se extiende con amor, con misericordia. Ese es el anzuelo. Somos todos unos peces de­seosos de ese alimento. Nuestros pobres corazones te necesitan, Jesús. En mi clase, puedo ser pescador de hombres como Pedro, cuando hago un favor con una sonrisa; cuando soy buen amigo, y perdono si alguno se pone algo pesado algún día.
Hay una gran pesca esperándote.
Propósito: ir de pesca.