Jesús entró en una casa con sus
discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer (Mc 3, 20).
Hoy la Iglesia recuerda a un gran Martir: San Sebastián. Era
soldado romano, pero cuando se supo que era cristiano, fue condenado primero a
ser muerto a flechazos, pero como sobrevivió, lo terminaron azotando hasta
darle muerte. Los mártires son personas que te imitan, Jesús. Renuncian a su
propia vida por amor a ti y a los demás. Eso de renunciar a algo, o negarse en
algo, a mí a veces me cuesta un poco. Soy algo “caprichosito” dice mi mamá. O
como decía San Josemaría, me dejo llevar por la “ley del gusto”; es decir, hago
lo que mi gusto manda.
¿Has
pensado cuántas cosas buenas pierdes por caprichoso?
Al enterarse sus parientes, fueron a
buscarlo, pues decían que se había vuelto loco (Mc 3, 21).
Jesús se volvió loco. Así pensaban algunos de tus parientes.
Quizás, al verte sin tiempo ni para descansar o comer por ayudar a las
personas, o sanar enfermedades, se llevaban las manos a la cabeza y decía “qué
locura es esta”. Lo mismo decían algunos amigos de San Sebastián, cuando
después de sobrevivir a las flechas, siguió dando testimonio de Jesús. La
verdad es que sacrificarse por los demás, lo ven muchos como una locura. A mí,
me gustaría tener un poco de esa locura. Poderme comer el brócoli o la cebolla
sin remordimientos; levantarme puntual sin hacer ningún show; ponerme a hacer
mis tareas a tiempo.
Si
se lo pides a Jesús, te hará un mártir de lo cotidiano.
Propósito: comer brócoli.