Jesús subió a la montaña (Mc 3, 13).
Muchas veces, en el Evangelio, se cuenta que Jesús se aparta a
orar. ¿Cómo habrán sido esas conversaciones entre Dios Hijo y Dios Padre?
Seguramente, habrán tenido la misma confianza con la que me siento cuando, en
el asiento del copiloto, me pongo a platicar con mi mamá o papá en el carro. A
veces hablamos de cosas importantes, otras simplemente les cuento de un gol que
metí, o cosas del día a día. Hablamos de tantas cosas… siempre y cuando, no me
quite el asiento alguno de mis hermanos.
Para
hablar con Jesús, nadie te va a quitar el lugar.
Designó entonces a doce, a los que
llamó apóstoles para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar con
poder de expulsar a los demonios. (Mc 3,14).
Una vez me enojé porque mi mamá no me quiso tomar en cuenta para
unos mandados que tenía que hacer. Eso me cayó mal. Cuando regresó, le
reclamé. Mi mamá y yo nos tenemos mucha confianza. Entonces me explicó que ya
eran varias las veces que me daba encargos o me pedía favores y no los cumplía.
Así que mientras no cambiara, no me encargaría más cosas. Por lo visto no había
perdido la confianza en mí, simplemente, yo me había puesto en una situación en
la que de momento no se me podía confiar nada. Jesús, no quisiera que me pase
eso contigo.
Proponte
cumplir las pequeñas cosas de cada día para que Jesús pueda confiar en ti.
Propósito: sentarse en el sillón de
adelante, del carro de papá-Dios.