Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de ese
hombre!” El Espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un alarido,
salió de él (Mc 1, 25-26).
Con qué fuerza, Jesús, arremetes contra el mal que hacía sufrir a
aquél hombre. Me recuerda una cosa que pasó hace unos años. Fuimos de excursión
con el colegio a un balneario. Cerca de uno de los columpios, había un panal.
Cuando iniciaron a usar los juegos, las abejas, que vivían en toda la
estructura del juego, atacaron a los niños. Unas maestras corrieron tras los
niños que huían despavoridos de las abejas. Daban como de golpes con su
suéteres a los niños. Los niños lloraban, pero finalmente, las abejas cayeron
casi todas muertas, y los niños con picaduras fueran atendidos por unos
socorristas de la Cruz Roja.
Pídele
a Jesús que por tu bien, si es necesario use la fuerza.
Todos quedaron asombrados y se decían
unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva llena de autoridad! ¡Manda incluso
a los espíritus inmundos y éstos lo obedecen!” (Mc 1, 27).
No sé si en tus tiempos pasaba, Jesús, que de pronto, uno siente
que los malos son la mayoría. El año pasado, tenía unos amigos que me acompañaban
a la capilla a visitarte; y en cuestión de meses, cambiaron muchísimo: hacen
chistes de la Iglesia; ven cosas inapropiadas en sus teléfonos (sí, y siento de
tan corta edad). Me he llegado a sentir solo. Pero he descubierto, que no son
la mayoría. Que los niños buenos somos más.
Pide
a Jesús por tus amigos, para que nunca dejen al Señor.
Propósito: ser mejor amigo.