miércoles, 23 de enero de 2019

De la familia de Dios


En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar (Mc 3, 31).
El papel que María en la vida de Jesús es impresionante. María nunca te dejó sólo Jesús. Eso era algo impensable para quién con tanto amor te había acogido en su seno, educado y visto crecer en gracia y sabiduría. Así son las mamás. Y mi mamá no se enoja que, más increíbles aún es la mamá de Jesús. Le oí decir a unos señores en una cola del banco (metido que es uno), que a veces duele descubrir que al crecer uno se olvida de mamá. Yo no quiero que me pase eso, Jesús. Menos aún con mi Madre la Virgen.
¿Qué práctica de piedad mariana hay en tu vida?
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 35).
Somos parte de tu familia, Jesús. Y esos lazos se estrechan aún más cuando uno es obediente. Tiene sentido. Tengo algunos compañeros de clase que no se llevan muy bien con sus papás. Son algo “díscolos”, dice un profesor algo mayor que tenemos. Es decir, que no se portan bien, hacen desorden, no entregan tareas, etc. Ese mal comportamien­to hace que luego no sientan tanta confianza para hablar con sus pa­pás y contarles sus cosas. Creo que lo mismo pasa con nuestro Padre Dios. Jesús, voy a procurar siempre ser bien portado, para no perderte la confianza.
¿Te das cuenta que lo de la obediencia tiene mucho sentido?
Propósito: imitar a la Virgen María en la prontitud con la que obedeció.