Pues no hay árbol bueno que de fruto malo, ni árbol malo que de fruto
bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto (Lc 6,39-45).
Jesús, cada vez que leo este pasaje, no sé
por qué, pero me acuerdo de Zaqueo encaramado a una higuera para ver sin ser
visto... pensaba. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y
dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc
19, 5-6). El manzano da manzanas, el peral da peras, el naranjo naranjas…
¿Qué árbol da Zaqueos? Parece ser que era una higuera. Como fruta madura Zaqueo
bajó y se puso contentísimo al recibir a Jesús en su casa. Jesús haces milagros
de todo tipo y de las higueras caen Zaqueos arrepentidos.
Acoger a Jesús en mi casa, en mi corazón
Porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los
espinos (Lc 6,39-45).
Ni Zaqueos de las higueras, pero… A otro
que le encantan las higueras es tu apóstol Natanael, alias Bartolomé. Se quedó
de piedra al escucharte: Cuando
estabas debajo de la higuera, te vi. ¿Pero, qué tendrán las
higueras? Son árboles con muchas hojas, estupendos para hacerse cabañas y
esconderse. Oye, Jesús, a ti también te gustan subir a los árboles, ¿verdad? Te
subiste al árbol de la Cruz y desde ahí arriba nos diste el mejor fruto que se
puede desear, tu Amor incondicionado.
Pídele a Jesús dar frutos en tu vida.
Propósito: Plantar un árbol.