domingo, 3 de marzo de 2019

Jesús eres el mejor fruto del árbol de la Cruz


Pues no hay árbol bueno que de fruto malo, ni árbol malo que de fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto (Lc 6,39-45).
Jesús, cada vez que leo este pasaje, no sé por qué, pero me acuerdo de Zaqueo encaramado a una higuera para ver sin ser visto... pen­saba. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6). El manzano da manzanas, el peral da peras, el naranjo naran­jas… ¿Qué árbol da Zaqueos? Parece ser que era una higuera. Como fruta madura Zaqueo bajó y se puso contentísimo al recibir a Jesús en su casa. Jesús haces milagros de todo tipo y de las higueras caen Zaqueos arrepentidos.
Acoger a Jesús en mi casa, en mi corazón
Porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos (Lc 6,39-45).
Ni Zaqueos de las higueras, pero… A otro que le encantan las higue­ras es tu apóstol Natanael, alias Bartolomé. Se quedó de piedra al escucharte: Cuando estabas debajo de la higuera, te vi. ¿Pero, qué tendrán las higueras? Son árboles con muchas hojas, estupen­dos para hacerse cabañas y esconderse. Oye, Jesús, a ti también te gustan subir a los árboles, ¿verdad? Te subiste al árbol de la Cruz y desde ahí arriba nos diste el mejor fruto que se puede desear, tu Amor incondicionado.
Pídele a Jesús dar frutos en tu vida.
Propósito: Plantar un árbol.