sábado, 23 de marzo de 2019

Se le echó al cuello y lo cubrió de besos


Un hombre tenía dos hijos: el más joven de ellos… (Lc 15, 11).
Una antigua leyenda hebrea cuenta la historia de: Dos hermanos amantísimos que recibieron la herencia paterna. Al mayor le corres­pondió el campo más difícil y al menor el campo mejor. Su padre antes de morir les dijo que recordaran siempre que serían sus hijos, y que entre ellos siempre serían hermanos. Con la primera cosecha el mayor decidió llevarle parte de su trigo en secreto al granero de su hermano por la noche. Y al menor se le ocurrió lo mismo. Los dos se fueron a la cama la mar de felices…
Jesús, no merezco tantas cosas buenas. Y lo mejor de todo: mis herman@s.
Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos (Lc, 15, 20).
Jesús, y yo, tantas veces, me echo al cuello de mi hermano, pero para estrangularlo... Sigue la historia: Al día siguiente comprobaron que seguían teniendo mucho trigo y ambos decidieron repetir la ope­ración pero añadiendo además dos jarras llenas de aceitunas. Se cruzaron en la oscuridad sin verse y lo dejaron todo en el granero del otro. La tercera mañana se sorprendieron porque no menguaban sus bienes. Aquella noche, con una espléndida luna llena, cada uno car­gó su burro con un odre de vino y salió camino del granero del otro. Se encontraron a mitad del camino y se abrazaron llorando de emoción recordando a su padre y alabando a Dios.
Jesús, que me dé cuenta que ser Hijo de Dios es tener muchos hermanos.
Propósito: ayudar a mis herman@s.