viernes, 1 de marzo de 2019

Mi amor es mi peso


¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? (Mc 10,2).
Jesús, pero ¿Qué está pasando? ¿Por qué tanta tragedia, tanto dolor? ¿No me pasará a mí también? Jesús, con razón me decía aquel ami­go: “Cuando el noviazgo es una comedia (todo vale), el matrimonio acaba en tragedia (ya, nada vale)”. Es en el noviazgo cuando pongo las bases, de lo que después será un hogar luminoso y alegre y no todo vale... Es tiempo de hablar y hablar. ¿De qué?: decía una abue­la: “Si la persona con la que sales, que empieza a gustarte, no tiene fe, entonces no tomes ni café; porque si te enamoras, luego ¿Qué haces?... Compartir amores es compartir valores.
Dicho de abuela sabia (un poco guerrillera): Si no tiene fe, ni café.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10,9).
Juan Pablo II escribió una obra de teatro El taller del orfebre en la que trata de las andanzas de varios matrimonios jóvenes en los que se ha terminado el amor. Un día Ana, una de las mujeres, decide entrar en la tienda para tasar su alianza matrimonial... El orfebre comprueba en la balanza que ¡no pesa nada! Asombrado mira por dentro y encuen­tra inscrita la fecha de la boda. Lo siento, su anillo no tiene valor, si no está junto al otro. Es lo que decía San Agustín: Mi amor es mi peso.
Pídele a Jesús por todos los matrimonios que conozcas.
Propósito: rezar por mis papás.