martes, 10 de septiembre de 2019

El que persevera alcanza


Sucedió en aquellos días que salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios (Lc 6, 12).
¡Qué bárbaro, Jesús! ¡Toda la noche en oración! ¿Cómo lo lograste? ¿Tomaste café, redbull o qué para mantenerte despierto? ¿No te distraías? ¿De qué hablabas tanto con Dios Padre? Te lo pregunto porque a mí, hacer 15 minutos de oración, sin distraerme, y sin dar una cabeceada, me parece una hazaña. Si te contara que a cada rato me pongo a ver el reloj, y hasta con el vuelo de un zancudo me distraigo. Yo hoy te quiero pedir que me enseñes hacer oración, a perseverar, a tener tema para hablar con Dios Padre sin distracciones.
                        Cuéntale a Jesús cuáles son las distracciones en tu oración.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó Apóstoles (Lc 6, 13).
Ahora entiendo, Jesús, pasaste toda la noche haciendo oración pensando en los que te seguían porque al día siguiente ibas a elegir a doce, que serían los pilares de la Iglesia. No es mala idea esa de pensar en la oración en la gente con la que habitualmente convivo. Además de mi familia, están mis amigos, mis compañeros de clase, y tanta gente más. Tú pensabas en ellos para ver a quién eligirías; yo puedo pensar en la gente que me rodea para aprender de ellos, para considerar contigo las cosas en las que quizá podría ayudarles a ser mejores (sin creerme más que ellos); o, incluso, descubrir si pasan necesidad.
                        Piensa con Jesús si de verdad conoces a tus amigos.
Propósito: hablar de mis amigos con Jesús.