Tanto amó Dios al
mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no
perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 16).
Jesús, hoy se recuerda tu sacrificio
en la Cruz. Gracias a que has querido cargar con nuestros pecados y sufrir
voluntariamente la muerte en Cruz, ahora somos hijos de Dios. Entiendo que el
precio que pagaste fue elevado. Y que estando colgado en la Cruz pensabas en el
bien de las almas, más que en tu dolor –esto me lo explicaron así en Reli.
Jesús, que yo me atreva a “exaltar”, a levantar también en mi vida tu cruz.
Quiero, Jesús, ser generoso como Tú y pensar en el bien de los demás. Que no
sea un miedoso que huye del sacrificio y de lo que cuesta.
Sigue hablando a
Jesús sobre qué es levantar su Cruz.
Pues Dios no envió a
su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él
(Jn 3, 17).
Jesús, en una ocasión me dijeron que
si un hombre era sacrificado y exigente consigo mismo entonces era muy
comprensivo y cariñoso con los demás. Y la razón es porque se va pareciendo a
Ti, que has venido a este mundo no para condenarlo, sino para salvar a todos
por medio del sacrificio de la Cruz. A mí me falta bastante exigencia personal
y por eso soy frío o malo con los demás. ¡Que me decida a ser sacrificado en el
estudio y el trato con los demás!
Concreta pequeños
sacrificios para vivir a diario.
Propósito: Levantar
la Cruz de Jesús en mi vida.