lunes, 9 de septiembre de 2019

Y dale con lo de ser miedoso


Los escribas y los fariseos lo observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él conocía sus pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio (Lc 6, 7-8).
Me sorprenden, Jesús, las innumerables ocasiones en que el Evangelio nos cuenta que Tú no tenías miedo al qué-dirán (osea, a lo que los demás puedan opinar de uno por un motivo u otro). Tú sabías bien que aquellos hombres te seguían sólo para ver en qué te podrían criticar. A mí, Jesús, muchas veces me paraliza lo que vayan a decir los demás. Por ejemplo, si en clase alguno de mis compañeros se pone a hablar burradas o marranadas, yo me hago el desentendido, el sueco o ruso (mundialista).
                        Pídele a tu ángel de la guarda tips para saber dar la cara por Dios.
Y mirando a su alrededor a todos ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. Lo hizo, y su mano quedó curada (Lc 6, 11).
Este milagro me gusta mucho por lo que viene después. Aquel hombre, Jesús, quedó curado y una nueva vida llena de posibilidades se abrió ante sus ojos. Era capaz de volver a trabajar, dejó de ser un lisiado y de vivir de la limosna. Recuperó la dignidad que se pierde cuando uno no tiene trabajo. Seguramente habrá podido aprender un oficio. Mejoraría la calidad de vida de su familia. ¡Qué impresionante todas las cosas buenas que venían detrás de un “sencillo” milagro!
                        ¿Has pensado en la repercución de tus buenas acciones aparentemente pequeñas?
Propósito: hacer “pequeñeces”.