Así pues, cualquiera
de vosotros que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo (Lc
14, 33).
Un día de estos se me antojó una
paleta: un helado de esos que traen una paleta en medio. Los hay de varios
sabores y algunos vienen forrados de chocola… ya me estoy distrayendo. Pues lo
que te iba a decir Jesús es que iba ya con dos paletas que había comprado, y me
salió un niño pobre. Se le quedó viendo a mi segunda paleta. Inmediatamente se
me vino a la cabeza: ni se te ocurra pedirme la otra paleta. ¡Qué ingrato me
sentí! Al final, me ganó más el remordimiento y se la regalé. Pero no siempre
me pasa así. Es verdaderamente horrible esto de estar apegado a las cosas
materiales.
¿Cuándo fue la
última vez que compartiste y te costó?
Y el que no toma su
cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 27).
Mira Jesús, que eso de proponerme ser
generoso o desprendido de mi dinero o mis cosas no es tan fácil. Me quedo
muchas veces del diente al labio como dice mi papá. Me doy cuenta que ser
desprendido, es decir no estar prendido, agarrado a mis cosas o dinero a mi me
cuesta. Si alguien me pide prestado me hago el loco, y me pongo hecho un diablo
si alguien agarra alguna de mis cosas.
Quizá es buen
momento de que veas si en tu closet no hay muchas cosas que ya no usas. ¿No
crees que alguien más las podrían necesitar?
Propósito: compartir
paletas.