“Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas
palabras, siguieron a Jesús (Jn 1, 36-37).
Todo israelita bien con
buena formación sabía qué significaba que alguien fuera el “Cordero de Dios”.
Lo recordaban cada vez que comían la Pascua, y cuando se ofrecían sacrificios
en el templo de Jerusalén. Habían aprendido a reconocer a Jesús gracias a la
formación que habían recibido. Yo he recibido mucha formación espiritual,
Jesús. Pertenezco a un país católico en su mayoría, mi familia me ha
transmitido la fe y en el colegio también me enseñan mucho. Creo que ya es hora
de que abra bien los ojos y vea que estás pasando constantemente a mi lado:
cuando veo un necesitado, alguien que me pide algo, mis papás que me dan
encargos, oportunidades de servir o de sacrificar mis gustos…
Busca
a Jesús, está a tu lado. No te lo pierdas.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran
como las cuatro de la tarde (Jn 1, 39)
Tan impresionante fue
el encuentro de los discípulos contigo, Jesús, que hasta la hora se les quedó
grabada. Su primer encuentro con el Cordero de Dios fue hacia las cuatro de la
tarde. Yo me he propuesto hablar contigo seguido, a una hora fija cada día.
Tengo hora fija para hacer mi rato de oración con el 3+2, pero a veces se me
olvida. Jesús, que no se me olvide más que me estás esperando a esa hora.
Pídele
a tu Ángel custodio que te recuerde la hora de la oración.
Propósito:
puntualidad