Cuando arrestaron a
Juan, Jesús se marchó a Galilea (Mc 1, 14).
San Juan Bautista, el
mayor nacido de mujer, el primo de Jesús, muere por el capricho de Herodes, un
déspota lujurioso (son sinónimos). Así de incompresibles y misteriosos son los
planes de Dios. Un misterio como son las perlas: “enfermedad transformada en
belleza”. Efectivamente, un granito de arena (una dificultad, un dolor) que se
mete dentro de la ostra da lugar a algo tan bello como una perla. Así también
la muerte del Bautista dio su fruto: Pasando junto al lago de Galilea vio a
Simón y a su hermano Andrés (…) Jesús les dijo venid conmigo y os haré
pescadores de hombres (Mc 1, 16). Y las perlas fueron Pedro y Andrés y
Santiago y Juan… y yo también.
Jesús, contigo, se va de
perlas…
El Reino de los cielos
es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una
perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra (Mt 13, 45- 46).
Jesús, ya sé que las
ostras dan perlas; y ¿las almejas?... Algo darán, supongo. Lo digo por mí, por
mi pequeña alma, almilla o “almeja”. Quizá en mi interior, siendo tan poca
cosa, una almeja, encuentre una “perla fina” que Tú has puesto: una
gracia, una llamada a estar contigo, como los apóstoles.
Di a Jesús, que estás
dispuesto a darlo todo por conseguir La Perla.
Propósito: Ser almeja que dé perlas.