Volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente,
que no los dejaban ni comer (Mc 3, 20).
Jesús, no te dejaban ni
comer, ni dormir, ni descansar, ni nada... estabas “expropiado” de Ti
mismo. Y Tú, tan contento. Yo, ¡fíjate!, sigo funcionando por la ley del gusto:
–¡Es que no me gusta! ¡es que no me apetece!... Como en el chiste:“–Mamá,
no me gusta el abuelito… – OK, cómete las papas, pues”. Jesús, quiero ser
como Tú. Ayúdame a quitarme caprichos, a pensar siempre en las necesidades y
gustos de los demás.
Jesús, exprópiame de mis
gustos y de mis caprichos ¿Qué te puedo dar?
Vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus
cabales* (Mc 3, 21).
Ser cristiano, tomarse
la fe en serio, con los tiempos que corren, es una locura, pero siempre ha
sido así; a los cristianos nos han tomado siempre por locos. Jesús, Tú también
tenías fama de loco. Fama bien merecida, que nos ha llegado hasta hoy: El
más grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse
como Él se entrega, y a quienes se entrega? (...) ―¡Divino Loco! ¿Cómo te
tratan los hombres?... ¿Yo mismo? (cfr. San Josemaría, Forja 824). Jesús,
te has vuelto loco ... de amor. Y amor con amor se paga y locura, con locura.
¿Qué locuras de amor hago
por Jesús? Piénsalo y terminas.
Propósito: Tratar con más cariño al abuelito y … hacer locuras.
*en sus cabales = cuerdo, lo
contrario de loco.