Y viéndoles remar con gran fatiga, pues el viento les era
contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche viene a ellos andando sobre el
mar, e hizo ademán de pasar de largo (Mc 6, 48)
A veces no te entiendo,
Jesús, cuando estoy en un peligro no me “salvas” enseguida. Me acuerdo del
poema que leí en la puerta de una ermita de la Virgen del Carmen, en un puerto
de pescadores: “Quien no sepa rezar / que navegue en alta mar / allí solo
aprenderá”. Quieres que ponga de mi parte, no me das nada que pueda
conseguir yo remando, y además Tú te apareces y si te llamo acudes. A veces son
buenos los problemas, para que no me crea ni Superman, ni la Mamá de Tarzán. Yo
sólo no puedo, tengo que acudir a Ti.
Jesús,
que no me crea Superman, que siempre cuente contigo.
El habló en seguida con ellos, y les dijo: Tened confianza, soy yo,
no temáis. Y subió con ellos a la barca y cesó el viento (Mc 6, 50-51)
Nunca he estado en
Galilea, pero estuve una vez en el mar. ¡Cómo me gustaría ir en una barca
contigo y mis amigos! ¡Cuántas cosas te preguntaría! ¿Por qué el cielo es azul,
y por qué disfruto pescando pero no me gusta comer pescado? ¿Por qué aunque no
lo parezca, ya quiero que empiecen ya las clases? Jesús, te gusta la pesca;
acompañarte, me encanta; pero dejarme pescar, ¿por qué no me gusta? ¿Acaso no
estaré en buenas manos, si me dejo “agarrar” por ti?
Señor,
en tu barca ¿pescador o pescadito?
Propósito: ser
pececillo