Se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por
los montes, gritando e hiriéndose con piedras (Mc 5, 5).
Jesús, gracias a mis
padres que me bautizaron pronto he pasado mucho tiempo en gracia de Dios, pero
a veces siento al cachudo que me quiere dominar, y cuando lo consigue no sólo
te ofendo a Ti, sino que me hago daño a mi mismo. Cuando pierdo el tiempo en
casa –casi un mes ya de clases y aún no me he puesto las pilas para estudiar
todo cada día–, cuando molesto en clase, cuando navego sin parar a la hora
de dormir –a veces ahogándome– y a la mañana siguiente no me puedo levantar.
¡Señor, no quiero hacerte
daño, no quiero hacerme daño!
Había allí ... una gran piara de cerdos paciendo (...) y corrieron
por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando (Mc 5, 11.13).
Es verdad, Señor, a mí
de vez en cuando me cuesta trabajo no hacer caso al demonio, pero más si me
rodeo de gente que está lejos de Ti, que viven como animalitos: se preocupan
sólo de su body y sus tonteras… y acaban tirando su vida. Quiero, Jesús,
con tu gracia, no arrojarlos al mar por un precipicio, sino llevarlos al cielo
como yo quiero ir: por medio del trabajo, del servicio, con los sacramentos, y
con la alegría que Tú me das… así se irán los demonios, así se convertirán los
cerditos en soldaditos de mi Dios.
Jesús, ¡qué pena los
loquitos que se tiran por los barrancos…!
Propósito: Convertir cerditos en soldaditos.