Pilato le dijo: – Conque, ¿tú
eres rey? Jesús le contestó: – Tú lo dices: soy rey (…) Y los soldados se
acercaban a Él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas (Jn 18,
37. 19, 2).
Jesús,
quiero que Tú seas mi Rey, mi soberano. Hasta ahora el reyezuelo que te ha
quitado el trono, que me tiraniza, ha sido mi pereza, el egoísmo, la impureza.
Jesús, no sólo esto, sino que además esclavizo a los demás como le sucedía al personaje
del Principito: -¡Ah! He aquí un súbdito, -exclamó el rey cuando vio al
Principito. Y el Principito se preguntó: -¿Cómo puede reconocerme si nunca me
ha visto antes? No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado:
Todos los hombres son súbditos. Jesús, ayúdame a derrocar al tirano de mi yo. Quiero
que Tú sólo seas mi REY.
Dile que liberarás a todos tus esclavos: tu mamá,
hermanos, amigos…
Portones, ¡alzad los dinteles!
Que se alcen las puertas eternas, va a entrar el Rey de la Gloria (Salmo 23).
Jesús,
¡quiero que reines en mi vida, en mis pensamientos, en mi corazón! ¿Quieres ser
mi Rey? Pero de verdad, no como los reyes de las barajas de cartas... Y me
respondes: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (Jn 18,
37). En la fiesta de hoy Cristo Rey, Jesús: ¿En qué lugar de mi vida
todavía no te dejo reinar? Jesús, yo sí quiero que seas: mi Rey, mi Alma, mi
Dios, mi Único, mi Todo...
Coronar a Cristo en mi alma.
Propósito:
no ser republicano (en la vida interior).