miércoles, 11 de enero de 2017

Padre, no como yo quiera, sino como Tú

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo di­jeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los en­fermos (Mc 1, 29-31).
Jesús mío, es que no te dejaban tranquilo ni a sol ni a sombra, ni siquiera al anochecer: te pasaste toda la noche atendiendo enfermos. San Pedro se­guro que alegaba y con su vozarrón de pescador gritaba desde la puerta: ¡Qué esto no es el IGSS! ¡Pero porfa, no sean abusivos y dejen descansar al Maestro! Y desde fuera la gente le contestaba: –¡Claro! ¡Cómo a usted ya le curó a su suegra…! ¿Y quién me cura a mi hijo? ¿O a la criadita? Y quizá incluso alguno también llevaba un cachorrito o un pájaro “alirroto”. Y Pedro, todo apenado, no supo qué decir. Les respondió la mirada sonriente de Jesús.
¿A quién puedes llevar para que te lo cure? Jesús ¿arreglas carros?
Se levantó de madrugada se marchó al descampado y allí se puso a orar (Mc 1, 35).
Jesús, ¿pero de qué hablabas tan temprano con tu Padre? —De qué iba a ser sino de aquella niña enferma: “Padre, te doy gracias por haberme escuchado” (Jn 11, 42). O de aquel otro que no pudo salvar: “Padre, no como yo quiero, sino como Tú” (Mt 26,39). Y también de ti y de mí… ¿De qué iba a hablar sino?
Jesús, que de mi sólo puedas contar cosas buenas.

Propósito: Dar de qué hablar a Jesús.