Y vinieron
presurosos y encontraron a María y a José y al Niño reclinado en el pesebre (Lc
2, 16).
¡Qué forma más
estupenda de comenzar el Nuevo Año! Jesús, hoy nada más levantarme he ido
“presuroso” a ver el Nacimiento que tenemos en casa. Ahí estás Tú junto a tu
Madre, que no te pierde de vista ni un momento, y San José. Los tres bien
juntitos. Bueno Jesús, quiero pedirte un favor. Quiero estrenar el nuevo año de
la mejor manera, de la mano de tu Madre ¿me la prestas un rato?... recuerda que
es Madre tuya pero también nuestra. Quiero, de la mano de la Virgen vivir todo
el nuevo año. No te enfadas ¿Verdad?... ¿Por qué te ríes?
Cuenta a tu Madre del Cielo tus proyectos para el nuevo año: bajar
peso, sacar 100 en mate, echar dos goles con la zurda… ¡ser santo!
Y María conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón (Lc 2, 19).
El golazo en el
partido con mis primos, fue un gol en toda regla, muy aplaudido. No se me va de
la cabeza. Lástima que no estuviera la televisión para filmarme… Jesús, son
cosas que conservo en mi memoria y en mi corazón porque también me sirven para
hablar contigo en la oración. Te ofrezco ese gol, junto a las buenas notas,
ayudar en casa… Y medito, por supuesto, tu Palabra, el evangelio de cada día.
¿Qué me querrás decir?
¿Qué ha metido Dios en tu
cabeza y tu corazón? Medítalo con valentía.
Comenzar el nuevo año de la mano de
Jesús, María y José.