viernes, 16 de marzo de 2018

Jesús, que no se me arrugue el ombligo


Entonces, algunos de Jerusalén decían: ¿No es éste el que buscan para matarle? Pues mirad cómo habla con toda libertad y nada le dicen (Jn 7, 25).
Jesús, te buscan para matarte; tu vida corre peligro pero no te escondes, sino que continúas con tu misión de enseñar el Evangelio a todas la gentes. En cambio yo, Jesús, cuánta cobardía tengo a veces. Veo que debería decirle algo a ese amigo, o cortar una conversación cochina, o defender a la Iglesia o al Papa ante esa crítica. Pero me tiemblan las rodillas y me quedo allí arrinconado, escondido en mi silencio, y pierdo una oportunidad estupenda de darte a conocer.
Dile a Jesús que te dé una buena dosis de VALENTÍNA® (vía oral).
Jesús, enseñando en el Templo clamó: Me conocéis y sabéis de dónde soy (Jn 7, 28).
Jesús, quiero conocerte cada vez mejor. Quiero enterarme bien de tu vida para tratarte, quererte y luego poder transmitirla a los demás. Al regalarte aquella Historia de Jesús, puse como dedicatoria: Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo. Son tres etapas clarísimas. ¿Has intentado, por lo menos, vivir la primera? (Camino 382). Y cuando no entienda algo, que no me quede con la duda; lo preguntaré en la dirección espiritual.
Di a Jesús que le quieres conocer mejor cada día y terminas.
Propósito: Tomar VALENTINA®.