lunes, 5 de marzo de 2018

Jesús, quiero hacer “extraordinario” lo ordinario


En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria (Lc 4, 24).
Jesús, estás hablando en la sinagoga de Nazaret a los habitantes de tu pueblo. Allí están tus compañeros de infancia, tus amigos y amigas. Ahí están también muchos conocidos a los que San José les arregló una puerta o reparó unas goteras. No te reconocen, Jesús. Tu infancia y juventud habían sido tan normales que ahora no pueden aceptar tu divinidad y necesitan milagros como prueba. Yo también busco “milagros”, cosas extraordinarias para creer. Jesús, que te sepa ver en lo ordinario, en las cosas de cada día.
Jesús, que quieras tanto a un tipo como yo, ese es el mayor milagro
Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cima del monte para despeñarle (Lc 4, 28-29).
Jesús, Tú no quieres hacer la exhibición, el “milagrito” que te pedían. Prefieres la naturalidad. Jesús, que mi infancia y juventud sean como la tuya, luchando en las típicas batallas de cada día: el minuto heroico, esas horas de estudio bien aprovechadas, ordenar las sillas, recoger la mesa, dejar a otro el mejor sitio, no comerme el plátano que tanto me gusta. Quiero vivir tu vida oculta en Nazaret llenando el día de amor a Dios y a los demás.
Háblale de tus cosas normales
Propósito: ser normal