jueves, 29 de marzo de 2018

Jueves Santo. Te adoro con devoción, Dios escondido


Como amase a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13, 1).
Jesús, tu vida terrena está llegando a su fin y el corazón se te desborda de ternura. No te mides, no eres calculador, como yo tantas veces: los amó hasta el fin. ¡Te das del todo en la Eucaristía! Ardientemente he deseado comer con vosotros esta Pascua (Lc 22, 15), nos dices con San Lucas: ardientemente, te morías de ganas, con pasión deseabas que llegara ese momento para instituir la Eucaristía, el Dios con nosotros hasta el final de los tiempos. Jesús, todo para estar cerca de un tipo como yo, qué bueno eres Jesús, qué bueno eres, no me lo merezco.
Sigue unos minutos. Agradécele que se haya querido quedar contigo
Se levantó de la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó. Después echó agua en una jofaina y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4).
Jesús, al lavar los pies a los Apóstoles les estás grabando a fuego la clave de tu paso por la tierra: ser Dios es ser servidor de los demás. No basta saberlo, hace falta ponerlo en práctica cada día. Y ahí estaban los pies de Judas, el traidor. ¡Qué cariño pondrías! Seguro que te esmeraste. Jesús, quiero ser como Tú, con un corazón grande, que sepa querer a todos, lavar los pies a todos, hasta los pies de los que me pisan.
Termina pensando a quién más puedes lavar los pies...
Propósito: Lavar pies.