miércoles, 30 de septiembre de 2020

Santa Teresa del Niño Jesús. Ser sencillo, no es ser tonto

 

Jesús, adivinando lo que pensaban, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que acoge a mí acoge al que me ha enviado» (Lc 9, 47-48).

¿Quién sería ese niño tan afortunado? Podía ser la hija de Jairo, tan contenta, o el avispado chico de los panes y los peces, o uno despistado que pasaba por allí, o yo… ¿Por qué no? Jesús, entonces me coges de la mano, me la aprietas, sonríes y me dices bajito: —Vamos a darle un susto a estos. El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí. Jesús, pienso en los niños no nacidos y me dan ganas de llorar… ¿Por qué no los acogen? Es horrible, matar a esos niños es como matarte a ti. ¿Tú acoges también a esos niños abortados? —Pues claro, tan pequeñitos que son, serán pues, muy grandes en el cielo y además desde allí intercederán por sus padres.

Santos niños inocentes, no nacidos, interceded también por mí.

El más pequeño de vosotros es el más importante (Lc 9,49).

Hoy la Iglesia celebra a una gran santa: Santa Teresa del Niño Jesús o Santa Teresa de Lisiaux o Santa Teresita. Tan grande y tan pequeña. Ella supo hacerse pequeña, muy pequeña, para que Dios la pudiera coger en sus brazos y entonces, se hizo muy grande. No podemos olvidar que como decía el poeta: lo más grande que podemos hacer en la tierra es ser hacedores de cosas pequeñas.

Pide a Jesús hacerte más pequeño y a ver si te coge de la mano

Propósito: lavarme más a ver si encojo.

 

martes, 29 de septiembre de 2020

Ser sencillo no es ser tonto

 

Te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque lo has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, porque así te ha parecido mejor (Lc 10,21).

Era un 18 de enero de 1945. Cracovia (Polonia) recién liberada. De aquel soldado ruso aprendí muchísimo —recordaba Juan Pablo II—, sobre la manera con la que Dios se abre camino en el pensamiento de las personas que viven bajo condiciones que niegan sistemáticamente su existencia. No había entrado jamás en una iglesia. Tanto en la escuela como en el trabajo, siempre había oído negar la existencia de Dios. El soldado insistía: —En mi país nos repiten continuamente que Dios no existe. Pero yo siempre he sabido que existe, y ahora quiero saber algo más sobre Él. Entonces Karol se convenció de que la verdad sobre Dios está inscrita en el espíritu de las personas sencillas y que ningún sistema, ninguna ideología podrá extirpar esta verdad.

¿Busco aprender más de Dios?

¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! (Lc 10,23).

Ver a Dios es muy sencillo y asequible. Lo ven hasta los niños. No hacen falta ni microscopios, ni telescopios, ni periscopios, ni artilugios. Para po­der ver a Dios lo único que hace falta es sencillez y limpieza de corazón: Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios.

Pide a Jesús sencillez y limpieza de corazón, y que luego se te revele.

Propósito: antes muerto que complicado.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Ser niño, pero no inmaduro

 

Les dijo: Todo aquel que acoge a este niño en mi nombre, me recibe a mí; (...): pues el menor entre todos vosotros, ése es el mayor (Lc 9, 48).

Eso sí, Jesús, un niño que no hace berrinche ni se enoja, que no se cree el príncipe de su casa, sino que está pendiente de su mamá y su papá, para ayudarles. Que no me compare con nadie, sino contigo, mi Jesús, y de Ti aprenda a servir. Lo dicen hasta los que no te conocen como Tagore, el escritor de la India: “Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”. Por eso el San Josemaría rezaba así: “¡Jesús, que yo sea el último en todo y el primero en el amor”.

¿Cuántas veces he querido ser el 1º hoy? ¿Y el último?

Propósito: El primero en el servir, en lo demás el “delfin” (el último).

domingo, 27 de septiembre de 2020

Que mi vida sea lo que Dios quiera

 

Y les decía: La mies es mucha, pero los obreros pocos (Lc 10, 2).

Jesús, mi abuela, que de campo entiende bastante, me ha explica­do que eso de la mies, es el trigo. Además, como es de la edad de Matusalén todavía se acuerda de cuando no había cosechadoras y entonces se contrataban segadores, los obreros. Jesús, me imagino la escena: El verano ya estaba avanzado. Una brisa mueve el trigo ondu­lante. Vas caminando mientras bromeas con tus discípulos. Quizá sale alguna ave volando a tu paso. Ese año la cosecha iba a ser magnífica. Y les decías: La mies es mucha, pero los obreros pocos… Es entonces cuando me viene a la cabeza lo mayor que está el párroco; un día de estos se nos va. Los obreros son pocos… y viejecitos. Jesús, hacen falta más apóstoles y sacerdotes. Envíanos más sacerdotes, más almas entregadas.

De mis hermanos, primos, amigos ¿Quién podría entregarse a Dios? ¿Lo rezo?

Rogad, al señor de la mies que envíe obreros a su mies (Lc 10, 2).

Aquel muchacho nunca había pensado ser cura: —¡Oiga, que no estoy tan desesperado!, decía. Por si acaso cerraba bien los oídos y los ojos. Ya se sabe: Ojos que no ven, corazón que no siente… Pero un día el Espíritu Santo le asaltó en un descuido. Iba en un bus y pusieron un DVD de San Josemaría. A lo San José, dormitando se le coló la frase: hacer de la vida algo grande y que fuese amor. Se le quedó grabada y ya no pudo olvidarla. Pasó del tecnicolor al blanco y negro. Ahora es cura.

La diferencia entre tener un sueño o vivir en un sueño. Piénsalo.

Propósito: estar a la escucha, por si acaso.

sábado, 26 de septiembre de 2020

“Ellos no entendían”... y yo tampoco

 

Grabad en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres (Lc 9, 44).

Ahora se entiende medio bien, pero a los Apóstoles esta frase que debían grabar en sus oídos les debió sonar a chino mandarín. Tú, Jesús, que habías hecho tantos milagros y que ya te habías escapado varias veces de las garras de los chafas de Herodes, no podías acabar preso por ellos. ¡Qué no me escandalice de Ti, Jesús! Porque queriéndome tanto, sé que llegará el sufrimiento. El sufrimiento no me será placentero –eso es masoquismo– pero ayúdame para que sea feliz sufriendo unido a tu Cruz y ayudando así a los demás. Te lo pido ahora, en frío, para que no pele cables en el momento malo.

Ruega al Señor te dé su gracia cuando llegue la Cruz.

Ellos no entendían este lenguaje, y les resultaba tan oscuro que no lo comprendían; y temían preguntarle acerca de este asunto (Lc 9, 45).

Cabal. Cabal lo que me pasa a mi a veces, que no me comprendo –o me temo lo peor– y no me atrevo a preguntarte en la oración. Cuando me doy cuenta de que algo no me va a afectar sí te digo como ellos “explí­canos la parábola” (Mt 13, 36) pero cuando me huelo que la explicación me va afectar de lleno, busco otro tema para hablar contigo, no vaya ser que sea. Me consuela ver que a los Apóstoles les pasaba algo así, pero ahora te pido que me ayudes siempre a vencer este miedo tonto

Pide consejos a los Apóstoles para no ser penoso con Jesús.

Propósito: Preguntar sin pena a Jesús.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Chat divino

 

Y sucedió que, cuando estaba haciendo oración, se hallaban con Él los discípulos (Lc 9, 18).

¿Cómo rezabas, Jesús? O más bien ¿cómo rezas? Digo como rezas porque si rezar es hablar con Dios, lo tuyo es un chat permanente con el Padre y con el Espíritu Santo. Pero cuando estabas en la tierra con tu cuerpo mortal debía ser impresionante: ¡ayúdame a rezar! Porque a veces se me olvida, o me pongo a pensar en vez de hablar contigo, o con el Padre o con el Espíritu Santo, o con tu Madre –que es también madre mía–. Otras veces retraso el momento, porque sé que Tú siempre estás ahí esperándome y soy un abusivo.

Pide perdón a Dios por tus descuidos en la oración.

Él les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro dijo: El Cristo de Dios (Lc 9, 20).

Con la boca lo digo, Jesús, cuando rezo el Credo y en mi oración también te lo digo muchas veces: Jesucristo, Jesús el Cristo, el ungido de Dios Padre, su Unigénito. Con la boca y con el corazón, pero tantas veces, Jesús, con las obras no. Y es que seguirte cuesta, y Tú me contestas: –a mí también me costaba ir a la Cruz por ti, para salvarte, por eso me fui al Monte de los Olivos y me puse a rezar: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42). Que aprenda a decir “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28) con mi comportamiento.

Sigue pidiéndole que te haga muy coherente.

Propósito: Rezar bien y que se note luego.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Creer de verdad

 

Herodes el tetrarca oyó todo lo que ocurría y dudaba, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos, otros que Elías había aparecido, otros que algún profeta de los antiguos había resucitado (Lc 9, 7-8).

¡Cuánta gente se dice cristiana, Jesús! Pero no todos creen; yo ahora te digo “creo que eres el único Hijo del Padre, nuestro Señor, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nacido de santa María Virgen, que padeciste bajo el poder de Poncio Pilato, que crucificado, muerto y sepultado, tras descender a los infiernos, resucitaste al tercer día de entre los muertos, y subiste a los cielos y estás sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí has de venir a juzgar a vivos y muertos”.

Haz muchos actos de fe en Jesucristo.

Y dijo Herodes: A Juan lo he decapitado yo, ¿quién, pues, es éste del que oigo tales cosas? Y deseaba verlo (Lc 7, 9).

Te he dicho que creo, Jesús, y –como Sto. Tomás– cuando el sacerdote te alza en la Consagración rezo “Señor mío y Dios mío”, y te veo oculto bajo las apariencias de Pan y de Vino, pero te deseo ver cara a cara. Jesús, que Te vea, llévame un día al Cielo. “Tu rostro buscaré, Señor” (Sal 26, 8), o como decía la Santa Patrona de los poetas: “Véante mis ojos, / dulce Jesús bueno, / véante mis ojos, / muérame yo luego”.

Dile a Jesús: “Creo, Te amo y espero que me lleves al Cielo”.

Propósito: Hacer actos de fe, esperanza y caridad sin parar.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

MISIÓN: cambiar el mundo

 

Los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos (Lc 9, 2).

Yo Jesús ni soy uno de los doce Apóstoles ni tampoco soy médico, pero soy cristiano. “Cristiano es mi nombre, Católico mi apellido” decía S. Agustín hace muchos siglos. Un día en Reli nos explicaron que las últimas palabra de la Misa en latín son “ite, missa est ” que significa “salgan, su misión es ahora”. Tú me sigues enviando a predicar y a sanar a quien me rodea, a predicar con mi ejemplo, a sanar con mi sonrisa… Tú te quedas en el Sagrario, pero tu Gracia me acompaña para hacer felices a los demás… ¡Jesús, que me llene de amor a Ti y a los demás en cada Misa, en cada Comunión, y cuando voy a visitarte!

Dile a Jesús que te mande en una misión SWAT.

Y les dijo: No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas (Lc 9, 3).

¡Cuánto miedo, Jesús! Veo claro que soy de tu SWAT, pero me da miedo, cuando quiero ayudar a un amigo, hablarle de que no moleste a sus hermanos, que no es más macho por ser más patán…, entonces me da vergüenza. Me has visto, Jesús, haciendo pruebas en el espejo de lo que le voy a decir, o inventando primero jugar FIFA, para luego –medio engañado– llevármelo a Misa… Tú me dices que no necesito nada, ni bastón, ni plata… y es que teniéndote a Ti, lo demás se arregla.

Cuenta tus miedos y tus “estrategias” a Jesús.

Propósito: Lanzarme en el apostolado.

martes, 22 de septiembre de 2020

La familia lo primero

 

Y le avisaron: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte (Lc 8, 20).

Esta frase, Jesús, me hace pensar en que todas las familias son iguales. Siempre quieren ver y atender especialmente a los más pequeños o jóvenes. Y yo muchas veces me hago el rogado o pongo mala cara cuando hay reuniones familiares. Y en ocasiones llego a decir que son aburridas esas reuniones y que por eso no quiero ir. Jesús, hoy quiero hablarte de cada uno de los miembros de mi familia. Y además pedirte que me ayudes a tratar a todos muy bien y a quererlos.

Habla con Jesús de cada uno de los de tu familia y pide lo que piensas que necesitan.

El, respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8, 21).

Aquí está el secreto de los buenos hijos de Dios. Me parece entender, Jesús, que un buen hijo de Dios es el que quiere descubrir cuál es la voluntad de Dios Padre y luego hacerla. Jesús, ayúdame a que no me deje engañar por la comodidad y me conforme con simplemente no pecar y creerme después que soy bueno. Y es que a veces me felicito a mi mismo por lo bueno que soy ya que no he hecho nada malo.

¿Cuál es la voluntad de Dios Padre para ti? ¡Estás dispuesto a cumplir esa voluntad?

Propósito: ser buen hijo de Dios.

lunes, 21 de septiembre de 2020

¿Me llamo Mateo?

 

Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el mostrador de los impuestos, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. Él se levantó y lo siguió (Mt 9, 9).

Jesús, era lo último que se podía esperar Mateo y los demás. Sé que ser cobrador de impuestos era algo así como ser antijudío, algo que nadie perdonaba: colaborar con el Imperio en su sometimiento al Pueblo Elegido, y de paso hacerse rico. Pero Tú, Jesús dijiste “no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2, 17)… y entonces me lleno de ilusión… y luego me entra un miedo cósmico: yo soy un pecador, Jesús, ¿será que me llamas? Yo hago el 3+2 de milagro, yo me dedico a mis cosas… ¿será?

¿Será? Soy un pecador, soy un estudiante... ¿Será?

Estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores (Mt 9, 10).

Y sus amigos eran del mismo estilo, pero Mateo los arrimó a Ti, Jesús. Y yo sigo asombrado, y me he ido a Camino (799) “Lo que a ti te maravilla a mí me parece razonable. -¿Que te ha ido a buscar Dios en el ejercicio de tu profesión? Así buscó a los primeros: a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes: a Mateo, sentado en el banco de los recaudadores... Y, asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la semilla de los cristianos” O sea, que no tengo excusa, y que nada de callarme, a llevarte a todos mis amigos, por muy publicanos que sean.

Sigue preguntándole.

Propósito: Oírte, levantarme, seguirte.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Vocación

 

El Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. Después de ha­ber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña (Mt 20, 1-2).

Me doy perfectamente cuenta, Jesús, que es necesario que contrates gente para trabajar en las cosas de Dios Padre. Me doy cuenta pero me hago el desentendido. Porque trabajar para Dios es full time y no part time. Y ese compromiso es lo que me da miedo. No es tanto el miedo a fallarte, ya que si soy sincero reconozco que es más miedo a dejar mi comodidad o mi zona de comfort como dicen ahora. Jesús, ayúdame a ser generoso y a buscar sinceramente cuál es mi vocación.

No tengas miedo y pregúntale a Jesús cuál es tu vocación.

¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? (Mt 20, 15).

Estas preguntas tuyas, Jesús, no son fáciles de responder. Por un lado hay personas, me incluyo también, que a veces piensan que cuando pides todo, una entrega total, estás complicando la vida, que ya de por sí a veces no es tan fácil. Se nos olvida, Jesús, que tú eres Dios y sabes más. A mi me impresionó saber que don Álvaro sólo escuchó una plática de San Josemaría para entregar la vida entera. ¡Jesús, ayúdame a confiar más en Ti!

Otra vez: No tengas miedo y pregúntale a Jesús cuál es tu vocación.

Propósito: Confiar en Dios.

sábado, 19 de septiembre de 2020

Sembrar en las almas

 

Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al sembrar, parte cayó junto al camino (...), parte cayó sobre terreno rocoso (...) parte cayó en medio de las espinas (...) y parte cayó en la tierra buena (Lc 8, 5-8).

Jesús, enséñame a recibir bien tu semilla, aunque ahora ya no haya casi nadie que quiera ser agricultor, yo sí quiero serlo. Mi abuelo me cuenta cómo se cultiva la milpa, o cómo es el trabajo de la zafra (caña de azú­car)… Y cómo pasan pendientes del clima para la cosecha… Yo he de sembrar como cristiano, con mi ejemplo, con mi palabra, con mi amis­tad…, recordando una obligación, desviando una mala plática hacia el fut y luego jalando las orejas, con cariño, al que la empezó.

Examina con Jesús si eres un buen agricultor de tu alma

La que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto me­diante la paciencia (Lc 8, 15).

Quiero, Jesús, ser tierra buena… soy buena tierra desde que me bautizaron; pero el pecado la convierte en mala, luego llegas Tú y me pu­rificas –Penitencia– y me abonas y nutres con tu Palabra y con tu Pan –Eucaristía–. Sé que la Misa dura un rato, y la Comunión unos minutos, pero ayúdame Jesús a que la Misa sea el riego de un corazón bueno y generoso, que dé fruto sin cansarme.

Analiza con el Señor cómo aprovechas el riego de la gracia.

Propósito: Sembrar hoy en el alma de los amigos.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Jesús te necesita

 

Él recorría ciudades y aldeas predicando y anunciando la buena nueva del Reino de Dios (Lc 8, 1).

Jesús, no sé qué hubieras hecho hoy, si habrías abierto una cuenta en Facebook, o un Twitter. Lo que sí sé es que no te estás quieto, vas de un lado para otro anunciando el Evangelio (la buena-noticia) que eres Tú mismo, Dios hecho hombre. Y pensar que yo me rindo ante el primer obstáculo, y que si no hay carro no me muevo ni con una grúa. Tú caminas aunque te canses, como aquel día en que fatigado del camino te sentaste junto al pozo a las tres de la tarde (cfr. Jn 4, 6). Yo, en cambio, casi siempre estoy cansado de no hacer nada, y me canso muy pronto de hacer el bien.

Cuenta a Jesús qué caminos recorres y por qué.

Le acompañaban los Doce y algunas mujeres: (...) María, llamada Magdalena,(...) Juana,(...) Susana y otras muchas que le asistían con sus bienes (Lc 8, 1-3).

Y es que, hay que reconocerlo, Jesús, las mujeres son expertas en asistir con sus bienes: desde que nací me cuida mi mamá, siempre tan tierna y pendiente de todo, mi abuela que no se le escapa una. María, Juana, Susana, ayúdenme a querer más a Jesús, a ser menos tacaño con Él y con los demás, a saber poner esfuerzo y servir a Jesús en los demás.

Concreta con quién vas hacer apostolado.

Propósito: Tratar muy bien a las mujeres de mi familia.

jueves, 17 de septiembre de 2020

M-i-s-e-r-i-c-o-r-d-i-o-s-o

 

Había en la ciudad una mujer pecadora que, al enterarse que estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, llevó un vaso de alabastro con perfume, se puso detrás a sus pies llorando y comenzó a bañarlos con sus lágrimas (Lc 7, 37-38).

¡Qué envidia, Jesús! Primero por lo fácil que yo tengo encontrarte y lo poco que te busco. Esta mujer tuvo que buscar, y luego se esforzó, y pasó pena al meterse en medio de aquel banquete… la señalarían con el dedo, pero quería estar contigo. ¡Qué envidia, Jesús! Porque a pesar de sus pecados sabe que eres m-i-s-e-r-i-c-o-r-d-i-o-s-o, y que, como está arrepentida, la vas a perdonar. ¡Ojalá yo llorara arrepentido por mis pecados, como esta mujer! Además, yo sé que esos pecados causaron tu Cruz.

Llora –sin lágrimas– de dolor de amor ante tu crucifijo.

Le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados (…) Tu fe te ha salvado; vete en paz (Lc 7, 48.50).

¡Qué alegría, Jesús! Cuando ves mi arrepentimiento, siempre me perdonas. ¡Qué no me acostumbre! Y a veces lo que me pasa es que doy las gracias al confesor, me “voy en paz”, hago la penitencia de una vez y ni te doy las gracias a Ti… Esta mujer seguro que se fue, pero a contarle a sus amigas que era una mujer nueva, que había cambiado, que el Mesías esperado le había perdonado los pecados. A mí, en cambio, me da pena decir que me confieso.

Agradece a Jesús su perdón en la Confesión y llévale amigos.

Propósito: Irme en paz y contarlo sin vergüenza.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Metas claras

 

Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.» (Lc 7, 32)

A veces me siento así, Jesús. No quiero rezar, pero a la vez quisiera ser el que más cerca de ti está. No quiero ayudar en la casa, y a la vez quisiera que dijeran que soy el más servicial. Así andaba una vez, hasta que mi mamá me dijo: pero vos, al final de cuentas ¿qué querés? A ti Jesús, te contesto, pues que quiero ser buen hijo de Dios, quiero ser buen hijo de mis papás. Ese objetivo claro me tiene que levantar, como el corredor que aunque se cae y pierde la competencia, de todas formas se levanta y llega a la meta.

¿Quién quieres ser? Entonces levántate y ve tras esa meta.

Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores» (Lc 7, 33-34).

Y en mi camino hacia ti, Jesús, no faltarán los criticones. Los que no tienen otro oficio que hablar mal del prójimo o andar chismoseando. Y por andar fijándose tanto en ellos, termina uno haciéndolos pedazos, y al final de cuentas es uno tan criticón como ellos. Por eso, ayúdame a tener la mirada fija en ti, y no en el qué dirán. A ser coherente y no prestarme al chisme.

Pídele a Jesús dominar tu lengua.

Propósito: Pensar cuál es mi meta en mi vida y contársela a Jesús.

martes, 15 de septiembre de 2020

Sensible de verdad

 

Al acercarse a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: No llores (Lc 7, 12-13).

Ya sabes, Jesús, que soy muy sensible, pero Tú más, con una sensibilidad no superficial. Por eso te conmueves ante aquella pobre viuda a la que se le acaba de morir su único hijo. A veces cuando veo el mal, el dolor, no lo entiendo y a veces –perdóname – me enojo contigo porque permites estas cosas. Soy tonto, Tú viniste a salvarnos, a curarnos…, si te hiciéramos caso…. Tú viniste a decirnos no lloren más, yo los salvo muriendo en la Cruz y les dejo mis enseñanzas para que sean felices en esta tierra y luego en el cielo.

Agradece a Dios lo que ha hecho para salvarnos.

Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron; y dijo: Muchacho, a ti te digo, levántate (Lc 7, 14).

Yo no tengo un hijo muerto, pero –lo sabes, y me duele profundamente recordártelo– tengo a mi primo muerto a la fe. Va a Misa sólo en Navidad y por tradición, en sus parrandas se comporta como una bestia, en la U ya sabes que truena más que una tormenta… Mi tía no es viuda, pero hazle caso. Yo la veo a veces con los ojos rojos, y sé por qué, por mi primo: ¡hazle caso, Jesús! Resucita a mi primo.

Cuéntale a Jesús sobre otros que necesitan ser resucitados.

Propósito: Pedir por los que están muertos a la Fe.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Fe

 

Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos para decirle: Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa (Lc 7, 6).

Otro pasaje, Jesús, donde se ve que eres el Buen Pastor. Te avisan de aquel hombre enfermo y te pones en camino para ir a curarlo. Aquel centurión te mandó a decir unas palabras que te conmovieron y que nosotros repetimos en la Santa Misa justo antes de comulgar. Si aquel hombre no era digno, imagínate cómo estaré yo. Y eso que hasta en algunas ocasiones me hago el rogado para ir a Misa o para confesarme, o voy de mala cara. ¡Que sepa valorar la Santa Misa y tu presencia real en la Eucaristía!

Repite despacio la Comunión Espiritual.

Al oírlo, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la mul­titud (…) dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe (Lc 7, 9).

Me costó entender por qué dices que ese hombre tenía una gran fe. Yo hubiera dicho que tenía mucha humildad. Pero le pregunté al sacerdote del colegio y me dijo que era de gran fe porque no necesitaba verte en persona para saber que eras capaz de curar a su siervo. Y yo, en cambio, a veces me hago bolas sobre cómo es tu presencia en la Eucaristía. Por eso me ha servido aquello que me dijeron que para tener fe hay que pedirla y hay que ejercitarla.

Pide la fe y concreta cómo la vas a ejercitar.

Propósito: Hacer actos de fe al comulgar: “creo, pero aumenta mi fe”.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Perdonadera loca

 

«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» (Mt, 18, 21)

Pobre Pedro, cuando te preguntó estas cosas, a saber qué le habían he­cho, o a saber cuántas veces le había tocado que perdonar a alguien. En lo personal, Jesús, perdonar así de decir “te perdono”, pocas veces me ha tocado. Pero la vez pasada, un compañero de clase me pidió ayuda en mate. Le dije cortantemente que no. No sé por qué, pero ese compañero me cae muy mal. Creo que hace unos años me saco de la cola para comprar en la tienda o algo así. La cosa es que ahí me di cuenta que no le había perdonado.

¿Cuántas personas tienes pendientes de perdonar?

Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt, 18, 22)

¡Setenta veces siete! ¡Qué exageración! Ahorita mismo ni me sale la mul­tiplicación para saber cuánto es setenta por siete. Lo que sí tengo claro es que no creo que haya alguien en el mundo capaz de llevar la cuenta de las veces que ha perdonado hasta el punto de colmar la cifra que tú dices. Resumiendo: que hay que perdonar siempre. La verdad es que eso de perdonar cuesta. Más que todo por culpa del resentimiento. Un día un amigo me dijo que yo era algo resentido. Le dije que no era ver­dad, pero estas son las horas en que no me ha pasado el resentimiento de que me haya dicho eso.

Pide a Jesús que no deje anidar en ti el resentimiento.

Propósito: rezar por los que, según yo, me han ofendido

sábado, 12 de septiembre de 2020

Buenos frutos

 

Porque no hay árbol bueno que dé mal fruto, ni tampoco árbol malo que dé buen fruto. Pues cada árbol se conoce por su fruto; no se recogen higos de los espinos, ni se cosechan uvas del zarzal (Lc 6, 43-44).

Jesús, si soy buen hijo de Dios daré buenos frutos. Eso es lo que entiendo de tus palabras. Como don Álvaro, que en menos de quince días será beatificado. Los frutos que dio don Álvaro son muchísimos: comenzó la labor apostólica en 20 países, impulsó iniciativas sociales en muchos lugares, especialmente en África, acercó a muchísimos a Dios y ayudó a que muchos fueran fieles a Ti. Jesús, yo también quiero dar buenos frutos.

¿Qué frutos buenos está esperando Jesús de ti?

El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo de su mal saca cosas malas: porque de la abundancia del corazón habla su boca (Lc 6, 45).

Para que el corazón sea bueno tiene que estar bien limpio. Limpio de cualquier pecado, limpio de malos sentimientos y resentimientos, limpio de envidia, limpio de enojos y de violencia. Jesús, voy a buscar un buen examen de conciencia y hoy mismo me doy una buena confesada.

Prepara tu confesión.

Propósito: Confesarme hoy.

viernes, 11 de septiembre de 2020

No al terrorismo de la lengua

 

Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? (Lc 6, 39).

Pues para ayudar a los otros, lo primero es estar en gracia. Jesús, me parece entender que uno no puede dar lo que no tiene. Si tengo amor a Dios, puedo ayudar a otros a que lo amen. Te quiero contar Jesús, que cuando tengo la desgracia de caer en algún “pecadote” me quedo como ciego y voy por ahí haciendo burradas y enojado con todos y conmigo mismo. Ayúdame a correr a confesarme y que me mueva el querer ayudar a los demás con una vida limpia.

Cuéntale a Jesús cuando te pones ciego

¿Cómo puedes decir a tu hermano: hermano, deja que quite la paja que hay en tu ojo, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la paja del ojo de tu hermano (Lc 6, 42).

Pues más claro no puedes decirlo, Jesús. Qué fácil es criticar. Y cabal de eso habló el Papa a unos jóvenes italianos que tuvieron una videocon­ferencia con él. Les decía el Papa: “La crueldad de la lengua es como lanzar una bomba que te destruye a ti o destruye a otros, y el que la lanza no se destruye. Esto es terrorismo, y es algo que debemos vencer”. Tú ya sabes, Jesús, que yo soy pacifista, quiero ser alguien que une, que siem­bra amor, alegría. Así que me voy a proponer descactivar las bombas de la murmuración que me vaya encontrando.

No olvides, se inicia a criticar, porque uno se siente más.

Propósito: desarmar bombas.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Ingeniero agrónomo

 

Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian (Lc 6, 27-28).

Lo has dicho bien, Jesús, a los que te escuchan invitas a que no sean rencorosos, ni vengativos. El problema es que a veces no te quiero escuchar, y por eso voy echando rayos y culebras con todo aquel que me parece que me ha ofendido o, al menos, tratado un poco mal. Y eso que mi Custodio me va diciendo que baje las revoluciones. Hasta oigo que me dice: cool down. Jesús quiero aprender de Ti a ser sereno, manso y humilde. ¡Que no quiero ser resentido! Y por cierto, que lo único que rezo por aquellos que me caen mal es aquello de Dios santo, Dios fuerte, Dios inmortal, / líbrame de este animal. Para burro del año no me gana nadie.

Cuéntale a Jesús si tienes algún rencorcillo con alguien.

Haced a los hombres lo mismo que quisierais que ellos os hiciesen a vosotros (Lc 6, 31).

Jesús, el sacerdote del colegio nos explicó en una Misa que esto es la regla de oro del cristianismo. Y al pensarlo me doy cuenta que tratarte no es sólo para no caer en tentación, para no hacer cosas malas. Sé bien que para seguirte hay que tratar de vivir la caridad con todos. Pero esto cuesta vivirlo en la práctica. Tantas veces me quedo tan pancho y me hago el chanchito con sólo saber que no tengo pecados mortales y ni muevo un dedo para ayudar a otros.

Platica con Jesús si vives la regla de oro con tu familia.

Propósito: No estafar a nadie, con todos regla de oro.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Camarón que se duerme...

 

Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien (…) por causa del Hijo del Hombre (Lc 6, 22).

Esto lo entiendo muy bien, Jesús. Y lo entiendo porque si uno se porta bien automáticamente le caes mal a algunos. Jesús, dame la gracia para ser valiente y no esconder que te quiero. Que no sea miedoso, que aprenda a dar la cara por el Papa o la Iglesia. Que no me importe ese tan famoso miedo al qué dirán. Que viva aquel consejo que escribió San Josemaría: Busca sólo la gloria de Dios y, amando a todos, no te preocupe que otros no te entiendan (Forja, n. 255).

¿En qué tipo de situación te pones miedoso?

¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! (Lc 6, 25).

Jesús, hablas bien clarito. No sé que voy a hacer (ayúdame), para no reírme más de lo que te ofende. Dame la valentía de cortar a los que dicen chistes en contra de Dios, el Papa o la Iglesia. Dame la valentía de cortar a los que hacen comentarios impuros. No dejes que me arrastre el ambiente, que sea capaz de imponer yo el ambiente. Ayudame a descubrir que así los ayudo, los acerco a ti. Les protejo de las consecuencias que tiene tomarse a juego las cosas sagradas o serias.

Camarón que se duerme se lo lleva la corriente, que no sea tu caso

Propósito: No ser camarón… de los que se duermen.

martes, 8 de septiembre de 2020

El que persevera alcanza

 

Sucedió en aquellos días que salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios (Lc 6, 12).

¡Qué bárbaro, Jesús! ¡Toda la noche en oración! ¿Cómo lo lograste? ¿Tomaste café, redbull o qué para mantenerte despierto? ¿No te distraías? ¿De qué hablabas tanto con Dios Padre? Te lo pregunto porque a mí, hacer 15 minutos de oración, sin distraerme, y sin dar una cabeceada, me parece una hazaña. Si te contara que a cada rato me pongo a ver el reloj, y hasta con el vuelo de un zancudo me distraigo. Yo hoy te quiero pedir que me enseñes hacer oración, a perseverar, a tener tema para hablar con Dios Padre sin distracciones.

Cuéntale a Jesús cuáles son las distracciones en tu oración.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó Apóstoles (Lc 6, 13).

Ahora entiendo, Jesús, pasaste toda la noche haciendo oración pensando en los que te seguían porque al día siguiente ibas a elegir a doce, que serían los pilares de la Iglesia. No es mala idea esa de pensar en la oración en la gente con la que habitualmente convivo. Además de mi familia, están mis amigos, mis compañeros de clase, y tanta gente más. Tú pensabas en ellos para ver a quién eligirías; yo puedo pensar en la gente que me rodea para aprender de ellos, para considerar contigo las cosas en las que quizá podría ayudarles a ser mejores (sin creerme más que ellos); o, incluso, descubrir si pasan necesidad.

Piensa con Jesús si de verdad conoces a tus amigos.

Propósito: hablar de mis amigos con Jesús.

lunes, 7 de septiembre de 2020

El miedo al qué-dirán

 

Los escribas y los fariseos lo observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él conocía sus pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio (Lc 6, 7-8).

Me sorprenden, Jesús, las innumerables ocasiones en que el Evangelio nos cuenta que Tú no tenías miedo al qué-dirán (osea, a lo que los demás puedan opinar de uno por un motivo u otro). Tú sabías bien que aquellos hombres te seguían sólo para ver en qué te podrían criticar. A mí, Jesús, muchas veces me paraliza lo que vayan a decir los demás. Por ejemplo, si en clase alguno de mis compañeros se pone a hablar burradas o marranadas, yo me hago el desentendido, el sueco o ruso (mundialista).

Pídele a tu ángel de la guarda tips para saber dar la cara por Dios.

Y mirando a su alrededor a todos ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. Lo hizo, y su mano quedó curada (Lc 6, 11).

Este milagro me gusta mucho por lo que viene después. Aquel hombre, Jesús, quedó curado y una nueva vida llena de posibilidades se abrió ante sus ojos. Era capaz de volver a trabajar, dejó de ser un lisiado y de vivir de la limosna. Recuperó la dignidad que se pierde cuando uno no tiene trabajo. Seguramente habrá podido aprender un oficio. Mejoraría la calidad de vida de su familia. ¡Qué impresionante todas las cosas buenas que venían detrás de un “sencillo” milagro!

¿Has pensado en la repercusión de tus buenas acciones aparentemente pequeñas?

Propósito: hacer “pequeñeces”.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Desconectarme para conectarme

 

Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano (Mt 18, 15).

Jesús, nos llamas a cada uno de los cristianos a cuidar de los demás. A no hacernos los locos cuando vemos que otro anda en malos pasos. A veces prefiero mirar para otro lado o hacerme el que no me entero de lo que está pasando o contentarme con pensar que yo vivo bien. Jesús, ayúdame a querer a los demás y saber hablarles, no para regañarlos, si no para moverlos a que te quieran y vivan como buenos hijos de Dios.

Piensa: ¿a quién puedes ayudar con una buena conversación?

Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los Cielos se lo concederá (Mt 18, 19).

Antes, cuando era más pequeño, al ir a Misa, mi mamá siempre me tenía que callar a cada rato. Ponga atención a lo que dice el padre, me decía mi mamá. Un día, no hace mucho, por fin puse atención (creo que se me había quedado sin carga el celular y por eso no andaba distraído). ¡Qué bonito todo lo que pedimos en la Misa. Pedimos que nos escuches, que ayudes a los necesitados, que nos perdones nuestras fal­tas; te ofrecemos nuestras vidas, lo que somos y tenemos; tantas y tantas cosas. Creo que Ya no me volveré a llevar el celular a la Misa.

Ahora piensa en las cosas que podrías pedirle a Jesús en Misa.

Propósito: No llevar el celular a Misa para poder poner atención.

sábado, 5 de septiembre de 2020

Carreta a carretero, se vuelve un gran cuentero

 

Sucedió un sábado que, al atravesar los sembrados, sus discí­pulos arrancaban espigas y, desgranándolas con las manos, las comían (Lc 6, 1).

Los apóstoles como están contigo Jesús, no se preocupan si los demás les critican o hablan bien de ellos. No tienen miedo al qué dirán. Son ellos mismo. Muchas veces, Jesús, me doy cuenta que para caerles bien a los demás miento o no digo lo que realmente pienso que es bueno. Me da miedo que piensen que me tomo demasiado en serio a Dios. Jesús, yo no quiero ser un carreta o un mentiroso. Ayúdame a ser coherente siempre. A ser yo mismo, pero no, el “yo mismo” salvaje, sino el “yo mismo” que anda siempre a tu lado.

¿Cuántas veces mientes al día sólo por quedar bien?

Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor del sábado (Lc 6, 5).

Me parece entender, Jesús, que si me doy cuenta de que Tú estás por encima de todo y de todos, lo que me debe importar es lo que digas y pienses de mí. Así seré siempre coherente y fiel a Ti. También te quiero pedir, Jesús, que me ayudes a quitar de mi vida las cosas que no me dejan ponerte en primer lugar. A veces siento que, más que católico, soy una persona que de es de alguna religión rara que rinde culto a FIFA o las fiestas. Si me invitan a algo de Dios, me hago el loco y no voy; pero si me invitan a jugar FIFA o a ir a una fiesta, ni Flash me gana en rapidez.

¿De qué religión eres?

Propósito: No decir mentiras.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Velas, pero no de Happy Birthday

 

Nadie pone a un vestido viejo una pieza cortándola de un vestido nuevo, porque entonces, además de romper el nuevo, la pieza del vestido nuevo no le iría bien al viejo (Lc 5, 36).

Me parece entender, Jesús, que no es bueno tener en el alma cosas viejas –malos hábitos– junto a cosas nuevas –buenos hábitos–. Porque tarde o temprano lo nuevo acaba rompiéndose y todo se echa a perder. Lo cierto es que lo entiendo. Desde que he empezado a tratarte más, me porto mejor –hacer un rato de oración, confesarme y comulgar con frecuencia– pero todavía persisten cosas malas: lo de ayudar a los demás no hay modo que me salga. Yo creo que sigo con una vela encendida a Ti (portarme bien) y otra al cachudo (no ayudar a nadie).

No sería bueno que tu oración te lleve a servir más.

Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; pues entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará (Lc 5, 37).

Jesús, siguiendo con lo de las velas, me doy cuenta que tener encendida una vela al diablo es dejarme llevar por el malhumor, la pereza, el desenfreno en las fiestas, andar borderline en la web, hacerme el loco cuando un amigo hace una burrada, etc. Y por eso no acabo de lanzarme hacer apostolado, como hablábamos ayer. Y en otros momentos me reviento, es decir caigo ruidosamente en pecados. Y el vino nuevo de la gracia lo pierdo.

No tengas miedo si tu vela a Dios le pega una quemadita a alguno.

Propósito: Soplar como si fuera tu cumpleaños las velas del cachudo.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Día de ir a ver a Jesús

 

Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra (Lc 5, 3).

Mira, Jesús, que cuando se trata de hacerse el encontradizo, eres un experto. Como el que no quiere la cosa –sin querer queriendo como dice Chespirito–, te subes a la barca de Pedro sin pedir permiso; lo más seguro es que ya le habías echado el ojo a él y a sus compañeros para llamarlos como apóstoles. Yo quiero ayudarte a que te metas en la vida de los demás cómo lo has hecho conmigo. Y aunque me da un poco de miedo, porque la gente por ahí cree que si te dejan subir a la barca de su vida se las vas a complicar y no se dan cuenta que tenerte es una gran alegría. ¡Quiero ayudarte a que te subas a otras barcas!

¿A quiénes puedes enseñar a usar el 3+2 para que Jesús se suba a sus barcas, es decir a sus vidas?

Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serán hombres los que has de pescar. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, lo siguieron (Lc 5, 10-11).

Jesús, te subiste a la barca de Pedro sin imponerte por la fuerza, quedaste como capitán de las vidas de esos hombres. No usaste la violencia, ni los asustaste, ni los amenazaste. Y desde aquel día Pedro lo dejó todo para asaltar otras barcas junto a Ti. ¡Que yo me deje también conquistar por Ti y me lance hacer mucho apostolado!

Un buen aliado en el apostolado es el Ángel de la Guarda: háblale.

Propósito: Enseñarle a alguien a usar el 3+2.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Fiebres

 

La suegra de Simón tenía una fiebre alta, y le rogaron por ella. (Jesús) conminó a la fiebre, y la fiebre desapareció. Y al instante, se levantó y se puso a servirles (Lc 4, 38-39).

Jesús, la suegra de Pedro era una bien nacida. Lo digo por aquello del refrán de que es de bien nacidos ser agradecidos. Esta mujer pudo haberse quedado en la cama porque le había dado calentura, pero como estaba tan agradecida se puso a trabajar. A mí, en cambio, la menor molestia me tiro a la cama: si tengo calor, si me duele la panza, o un pequeño dolor de cabeza, etc., y si me dio calentura, ya ni te cuento. Y abandono mi estudio y los deberes de la casa, o los hago con cara de víctima o de mártir. ¡Gracias, Jesús, por tenerme tanta paciencia! Y gracias especialmente por curarme.

Decile a Jesús como son tus “calenturitas”.

Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias, los traían a él. Y Él (…) los curaba (Lc 4, 40).

Tengo amigos y compañeros, Jesús, que también tienen fiebre. Fiebre por las salidas nocturnas desenfrenadas, fiebre de pereza, fiebre por el Facebook, el Insta, el Pinterest, el WhatsApp… Y por eso luego dicen que no tienen tiempo para ir a Misa, hacer tareas, ni ayudar en su casa. A mí, me gustaría, Jesús, que los curarás.

Concreta a quiénes vas a hablarles de la Confesión.

Propósito: Sacarle cita a tus amigos con el Médico del Alma