Nadie pone a un vestido viejo una pieza cortándola de un
vestido nuevo, porque entonces, además de romper el nuevo, la pieza del vestido
nuevo no le iría bien al viejo (Lc 5, 36).
Me
parece entender, Jesús, que no es bueno tener en el alma cosas viejas –malos
hábitos– junto a cosas nuevas –buenos hábitos–. Porque tarde o temprano lo
nuevo acaba rompiéndose y todo se echa a perder. Lo cierto es que lo entiendo.
Desde que he empezado a tratarte más, me porto mejor –hacer un rato de oración,
confesarme y comulgar con frecuencia– pero todavía persisten cosas malas: lo de
ayudar a los demás no hay modo que me salga. Yo creo que sigo con una vela
encendida a Ti (portarme bien) y otra al cachudo (no ayudar a nadie).
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No sería bueno que tu oración te lleve a servir más.
Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; pues
entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará (Lc 5, 37).
Jesús,
siguiendo con lo de las velas, me doy cuenta que tener encendida una vela al
diablo es dejarme llevar por el malhumor, la pereza, el desenfreno en las
fiestas, andar borderline en la web, hacerme el loco cuando un amigo hace una
burrada, etc. Y por eso no acabo de lanzarme hacer apostolado, como hablábamos
ayer. Y en otros momentos me reviento, es decir caigo ruidosamente en pecados.
Y el vino nuevo de la gracia lo pierdo.
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No tengas miedo si tu vela a Dios le pega una quemadita a alguno.
Propósito: Soplar como
si fuera tu cumpleaños las velas del cachudo.