Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya
lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos para decirle: Señor,
no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa (Lc 7,
6).
Otro
pasaje, Jesús, donde se ve que eres el Buen Pastor. Te avisan de aquel hombre
enfermo y te pones en camino para ir a curarlo. Aquel centurión te mandó a
decir unas palabras que te conmovieron y que nosotros repetimos en la Santa
Misa justo antes de comulgar. Si aquel hombre no era digno, imagínate cómo
estaré yo. Y eso que hasta en algunas ocasiones me hago el rogado para ir a
Misa o para confesarme, o voy de mala cara. ¡Que sepa valorar la Santa Misa y
tu presencia real en la Eucaristía!
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Repite despacio la Comunión Espiritual.
Al oírlo, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la
multitud (…) dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe (Lc 7, 9).
Me
costó entender por qué dices que ese hombre tenía una gran fe. Yo hubiera dicho
que tenía mucha humildad. Pero le pregunté al sacerdote del colegio y me dijo
que era de gran fe porque no necesitaba verte en persona para saber que eras
capaz de curar a su siervo. Y yo, en cambio, a veces me hago bolas sobre cómo
es tu presencia en la Eucaristía. Por eso me ha servido aquello que me dijeron
que para tener fe hay que pedirla y hay que ejercitarla.
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Pide la fe y concreta cómo la vas a ejercitar.
Propósito: Hacer actos
de fe al comulgar: “creo, pero aumenta mi fe”.